Libretos
Libreto | Dia 1 - Triduo a la Inmaculada Concepción
SANTA MISA
SOLEMNE TRIDUO
A LA INMACULADA CONCEPCIÓN
DIA 1
PRESIDE S.E.R.
ROBERTO DELGADO
ARZOBISPO DE GUADALAJARA
RITOS INICIALES
CANTO DE ENTRADA
(Cerca de tu altar, señor)
Cerca de tu altar, Señor, presentes ante Ti.
La esperanza de vivir la colmará tu amor.
No tememos caminar si al lado marchas Tú:
miraremos con tu luz, realizando la unidad. ℟.
No tememos caminar si al lado marchas Tú:
miraremos con tu luz, realizando la unidad. ℟.
Cerca de tu altar, Señor, presentes ante Ti. ℟.
Nos fraterniza tu amor, por senda secular;
todo lo que Tú nos das se convierte en nuestro don. ℟.
Tu Palabra trajo el mar, el valle oyó tu voz.
Ella se hizo comunión, ella es hoy nuestro cantar. ℟.
En ofrenda de su ser, ante tu altar Señor,
llega ya el pueblo de Dios; puesta en Ti, Señor, su fe.
Cerca de tu altar, Señor, presentes ante Ti.
Terminado el canto de entrada, el Obispo y los fieles, de pie, se santiguan con la señal de la cruz, mientras el Obispo, vuelto hacia el pueblo, dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
℟. Amén.
La Paz este con Ustedes.
℟. Y con tu Espíritu.
ACTO PENITENCIAL
A continuación se hace el acto penitencial, al que el Obispo invita a los fieles, diciendo:
En el día en que celebramos la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte, reconozcamos que estamos necesitados de la misericordia del Padre para morir al pecado y resucitar a la vida nueva.
Pausa de silencio.
El Obispo dice:
Señor, ten misericordia de nosotros.
℟. Porque hemos pecado contra ti.
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
℟. Y danos tu salvación.
El Obispo concluye con la siguiente plegaria:
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
℟. Amén.
SEÑOR TEN PIEDAD
(Misa melódica)
/Señor ten piedad de nosotros/
/De nosotros, Señor, ten piedad/
/Cristo, ten piedad de nosotros/
/De nosotros, Señor, ten piedad/
/Señor ten piedad de nosotros/
/De nosotros, Señor, ten piedad/
ORACIÓN COLECTA
Extiende, Señor Jesucristo, tu poder y ven, para que merezcamos que con tu protección nos libres y nos salves de los peligros que nos amenazan a causa de nuestros pecados.
Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos.
℟. Amén.
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
(Is 29, 17-24)
En aquel día los ojos de los ciegos se abrirán.
Lectura del libro del profeta Isaías:
Esto dice el Señor:
“¿Acaso no está el Líbano
a punto de convertirse en un vergel
y el vergel en un bosque?
Aquel día los sordos oirán las palabras de un libro;
los ojos de los ciegos verán sin tinieblas ni oscuridad;
los oprimidos volverán a alegrarse en el Señor
y los pobres se gozarán en el Santo de Israel;
porque ya no habrá opresores
y los altaneros habrán sido exterminados.
Serán aniquilados los que traman iniquidades,
los que con sus palabras echan la culpa a los demás,
los que tratan de enredar a los jueces
y sin razón alguna hunden al justo”.
Esto dice a la casa de Jacob
el Señor que rescató a Abraham:
“Ya no se avergonzará Jacob,
ya no se demudará su rostro,
porque al ver mis acciones en medio de los suyos,
santificará mi nombre,
santificará al Santo de Jacob
y temerá al Dios de Israel.
Los extraviados de espíritu entrarán en razón
y los inconformes aceptarán la enseñanza”.
Palabra de Dios.
℟. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSARIAL
(Sal 26)
℟. El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar? ℟.
Lo único que pido, lo único que busco, es vivir en la casa del Señor toda mi vida, para disfrutar las bondades del Señor y estar continuamente en su presencia. ℟.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
℟. ALELUYA, ALELUYA, ALELUYA.
Ya viene el Señor, nuestro Dios, con todo su poder para iluminar los ojos de sus hijos.
℟. ALELUYA, ALELUYA, ALELUYA.
EVANGELIO
(Mt 9, 27-31)
Quedaron curados dos ciegos que creyeron en Jesús.
℣. El Señor esté con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.
✠ Lectura del Santo Evangelio según san Mateo.
℟. Gloria a ti, Señor.
Cuando Jesús salía de Cafarnaúm, lo siguieron dos ciegos, que gritaban: "¡Hijo de David, compadécete de nosotros!" Al entrar Jesús en la casa, se le acercaron los ciegos y Jesús les preguntó: "¿Creen que puedo hacerlo?" Ellos le contestaron: "Sí, Señor". Entonces les tocó los ojos, diciendo: "Que se haga en ustedes conforme a su fe". Y se les abrieron los ojos. Jesús les advirtió severamente: "Que nadie lo sepa". Pero ellos, al salir, divulgaron su fama por toda la región.
Palabra del Señor.
℟. Gloria a ti, Señor Jesús.
Luego el Obispo hace la homilía.
LITURGIA EUCARÍSTICA
CANTO DE OFERTORIO
(Bendito seas, Señor)
Bendito seas, Señor, por este pan y este vino,
que generoso nos diste para caminar contigo,
y serán para nosotros alimento en el camino.
Te ofrecemos el trabajo, las penas y la alegría,
el pan que nos alimenta y el afán de cada día.
Te ofrecemos nuestro barro que oscurece nuestras vidas
y el vino que no empleamos para curar las heridas.
El Obispo inciensa las ofrendas, la cruz y el altar, después un diácono inciensa a el Obispo y al pueblo.
El Obispo de pie en el centro del altar y mirando hacia al pueblo dice:
Oren, hermanos, para que este sacrificio, mio y de ustedes, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Luego el Obispo con las manos extendidas dice la oración sobre las ofrendas:
Oremos.
Que te sean agradables, Señor, nuestras humildes súplicas y ofrendas, y puesto que no tenemos méritos en qué apoyarnos, nos socorra el poderoso auxilio de tu benevolencia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟. Amén.
PREFACIO DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA II
LA IGLESIA ALABA A DIOS CON LAS PALABRAS DE MARÍA
Realmente es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, reconocer tu grandeza en la perfección de los santos, y sobre todo, en esta conmemoración de Santa María Virgen, glorificar tu bondad con su mismo cántico de alabanza.
En verdad hiciste maravillas en toda la tierra y prolongaste de generación en generación la generosidad de tu misericordia, cuando miraste la humildad de tu servidora, y, por medio de ella, nos diste al autor de nuestra salvación, tu Hijo, Jesucristo Señor nuestro.
Por él, adoran tu grandeza los ángeles que se alegran eternamente en tu presencia. Permítenos asociarnos a sus voces, cantando alegremente:
En verdad hiciste maravillas en toda la tierra y prolongaste de generación en generación la generosidad de tu misericordia, cuando miraste la humildad de tu servidora, y, por medio de ella, nos diste al autor de nuestra salvación, tu Hijo, Jesucristo Señor nuestro.
Por él, adoran tu grandeza los ángeles que se alegran eternamente en tu presencia. Permítenos asociarnos a sus voces, cantando alegremente:
SANTO
(Misa Melódica)
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
/Hosanna, hosanna, hosanna en el cielo/
Bendito el que viene en el nombre del Señor.
/Hosanna, hosanna, hosanna en el cielo/
PLEGARIA EUCARISTÍCA IV
El Obispo con las manos extendidas dice:
Te alabamos, Padre santo, porque eres grande
y porque hiciste todas las cosas con sabiduría y amor.
A imagen tuya creaste al hombre
y le encomendaste el universo entero,
para que, sirviéndote sólo a ti, su Creador,
dominara todo lo creado.
Y cuando por desobediencia perdió tu amistad,
no lo abandonaste al poder de la muerte,
sino que, compadecido, tendiste la mano a todos,
para que te encuentre el que te busca.
Reiteraste, además, tu alianza a los hombres;
por los profetas los fuiste llevando con la esperanza de salvación. Y tanto amaste al mundo, Padre santo, que, al cumplirse la plenitud de los tiempos, nos enviaste como salvador a tu único Hijo.
Él se encarnó por obra del Espíritu Santo,
nació de María, la Virgen,
y así compartió en todo nuestra condición humana menos en el pecado;
anunció la salvación a los pobres,
la liberación a los oprimidos
y a los afligidos el consuelo.
Para cumplir tus designios,
él mismo se entregó a la muerte,
y, resucitando, destruyó la muerte y nos dio nueva vida.
Y a fin de que no vivamos ya para nosotros mismos,
sino para él, que por nosotros murió y resucitó,
envió, Padre, al Espíritu Santo
como primicia para los creyentes,
a fin de santificar todas las cosas,
llevando a plenitud su obra en el mundo.
Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:
Por eso, Padre, te rogamos
que este mismo Espíritu
santifique estas ofrendas,
Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
para que se conviertan en el Cuerpo y ✠ la Sangre de Jesucristo, nuestro Señor,
Junta las manos.
y así celebremos el gran misterio
que nos dejó como alianza eterna.
Porque él mismo, llegada la hora
en que había de ser glorificado por ti, Padre santo, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
Y, mientras cenaba con sus discípulos,
Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan, te bendijo, lo partió
y se los dio.
Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora, haciendo genuflexión.
Después prosigue:
Del mismo modo,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz lleno del fruto de la vid,
te dio gracias y lo pasó a sus discípulos.
Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora, haciendo genuflexión.
Luego el Obispo dice:
Éste es el Sacramento de Nuestra fe.
℟. Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús.
Después el Obispo, con las manos extendidas, dice:
Por eso, Padre,
al celebrar ahora el memorial de nuestra redención, recordamos la muerte de Cristo
y su descenso al lugar de los muertos,
proclamamos su resurrección y ascensión a tu derecha; y, mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos su Cuerpo y su Sangre,
sacrificio agradable a ti y salvación para todo el mundo.
Dirige tu mirada sobre esta Víctima
que tú mismo has preparado a tu Iglesia,
y concede a cuantos compartimos
este pan y este cáliz, que, congregados en un solo cuerpo por el Espíritu Santo, seamos en Cristo
víctima viva para alabanza de tu gloria.
C1: Y ahora, Señor, acuérdate
de todos aquellos por quienes te ofrecemos este sacrificio: de tu servidor el Papa Clemente., de nuestro Arzobispo Roberto Delgado. del orden episcopal y de los presbíteros y diáconos,
de los oferentes y de los aquí reunidos, de todo tu pueblo santo y de aquellos que te buscan con sincero corazón.
C2: Acuérdate también
de los que murieron en la paz de Cristo
y de todos los difuntos,
cuya fe sólo tú conociste.
Padre de bondad,
que todos tus hijos nos reunamos en tu reino,
con María, la Virgen Madre de Dios,
con su esposo san José,
con los apóstoles y los santos; con San Judas Tadeo y allí, junto con toda la creación
libre ya del pecado y de la muerte,
te glorifiquemos por Cristo, Señor nuestro.
Junta las manos.
por quien concedes al mundo todos los bienes.
Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz y, elevándolos, dice:
Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
RITO DE COMUNIÓN
Una vez depositados el cáliz y la patena sobre el altar, el Obispo, con las manos juntas, dice:
Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir.
Extiende las manos y junto con el pueblo, continúa:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Solo el Obispo, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
℟. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
Solo el Obispo, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz les dejo, mi paz les doy", no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad.
Junta las manos.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
℟. Amén.
El Obispo, vuelto hacia el pueblo, extendiendo y juntando las manos, dice:
La paz del Señor esté siempre con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.
Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el Obispo, añade:
Como hijos de dios intercambien un signo de comunión fraterna.
CORDERO DE DIOS
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo:
ten piedad de nosotros, ten piedad de nosotros/.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo:
danos la paz, danos la paz.
/Danos, danos, danos la paz/.
El Obispo hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la patena o sobre el cáliz, de cara al pueblo, dice con voz clara:
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
℟. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
CANTO DE COMUNIÓN
(Misión)
Qué hermosos en los montes /y en las colinas/:
los pies del mensajero /que va de prisa/.
Lleva dentro la tienda para su abrigo,
el secreto del Reino y la faz de Cristo.
Donde quieras que vayas /estoy contigo/.
Levántate, no temas, /que yo te envío/.
Yo no tengo palabras, /yo soy un niño/.
Tu verdad me hace libre /pero no atino/
a decir tus secretos ni tus caminos,
ni a revelar tu rostro mientras te sigo.
Donde quieras que vayas /estoy contigo/.
Levántate, no temas, /que yo te envío/.
Tú pusiste en mis manos /grano y vacío/,
herramienta y fatiga, /pan y vasija/.
Tú pusiste la lluvia y el sol fecundo
y la cuenta infinita de tus gavillas.
Donde quieras que vayas /estoy contigo/.
Levántate, no temas, /que yo te envío/.
Siempre estoy comenzando /nueva tarea/,
porque Tú me acompañas y /Tú me guías/,
porque Tú me lo mandas para que sea
un grano de palabra de vida eterna.
Donde quieras que vayas /estoy contigo/.
Levántate, no temas, /que yo te envío/.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
El Obispo desde la sede con las manos extendidas dice:
Oremos.
Saciados por el alimento que nutre nuestro espíritu, te rogamos, Señor, que, por nuestra participación en estos misterios, nos enseñes a valorar sabiamente las cosas de la tierra y a poner nuestro corazón en las del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN A LA INMACULADA CONCEPCIÓN
Todos:
Virgen Santa e Inmaculada,
a Ti, que eres el orgullo de nuestro pueblo
y el amparo maternal de nuestra ciudad,
nos acogemos con confianza y amor.
y el amparo maternal de nuestra ciudad,
nos acogemos con confianza y amor.
Eres toda belleza, María.
En Ti no hay mancha de pecado.
En Ti no hay mancha de pecado.
Renueva en nosotros el deseo de ser santos:
que en nuestras palabras resplandezca la verdad,
que nuestras obras sean un canto a la caridad,
que en nuestro cuerpo y en nuestro corazón brillen la pureza y la castidad,
que en nuestra vida se refleje el esplendor del Evangelio.
que en nuestras palabras resplandezca la verdad,
que nuestras obras sean un canto a la caridad,
que en nuestro cuerpo y en nuestro corazón brillen la pureza y la castidad,
que en nuestra vida se refleje el esplendor del Evangelio.
Eres toda belleza, María.
En Ti se hizo carne la Palabra de Dios.
En Ti se hizo carne la Palabra de Dios.
Ayúdanos a estar siempre atentos a la voz del Señor:
que no seamos sordos al grito de los pobres,
que el sufrimiento de los enfermos y de los oprimidos no nos encuentre distraídos,
que la soledad de los ancianos y la indefensión de los niños no nos dejen indiferentes,
que amemos y respetemos siempre la vida humana.
que no seamos sordos al grito de los pobres,
que el sufrimiento de los enfermos y de los oprimidos no nos encuentre distraídos,
que la soledad de los ancianos y la indefensión de los niños no nos dejen indiferentes,
que amemos y respetemos siempre la vida humana.
Eres toda belleza, María.
En Ti vemos la alegría completa de la vida dichosa con Dios.
En Ti vemos la alegría completa de la vida dichosa con Dios.
Haz que nunca perdamos el rumbo en este mundo:
que la luz de la fe ilumine nuestra vida,
que la fuerza consoladora de la esperanza dirija nuestros pasos,
que el ardor entusiasta del amor inflame nuestro corazón,
que nuestros ojos estén fijos en el Señor, fuente de la verdadera alegría.
que la luz de la fe ilumine nuestra vida,
que la fuerza consoladora de la esperanza dirija nuestros pasos,
que el ardor entusiasta del amor inflame nuestro corazón,
que nuestros ojos estén fijos en el Señor, fuente de la verdadera alegría.
Eres toda belleza, María.
Escucha nuestra oración, atiende a nuestra súplica:
que el amor misericordioso de Dios en Jesús nos seduzca,
que la belleza divina nos salve, a nosotros, a nuestra ciudad y al mundo entero.
Escucha nuestra oración, atiende a nuestra súplica:
que el amor misericordioso de Dios en Jesús nos seduzca,
que la belleza divina nos salve, a nosotros, a nuestra ciudad y al mundo entero.
℟. Amén.
RITO DE CONCLUSIÓN
BENDICIÓN SOLEMNE
Después tiene lugar la despedida. El sacerdote, vuelto hacia el pueblo, extendiendo las manos, dice:
El Señor esté con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.
Si es oportuno, el Obispo o diácono dice:
Inclínense para recibir la bendición.
℣. Dios, que por su bondad quiso redimir al género humano
mediante la maternidad de la Virgen María,
derrame sobre ustedes una abundante bendición.
℟. Amén.
℣. Que experimenten siempre y en todas partes
la protección de la Virgen María,
por quien recibieron al autor de la vida.
℟. Amén.
℣. Y todos ustedes,
reunidos para celebrar con amor esta fiesta en su honor,
reciban los dones de la alegría espiritual
y los premios eternos.
℟. Amén.
℣. Y la bendición de Dios todopoderoso,
del Padre ✠, del Hijo ✠ y del Espíritu Santo ✠,
mediante la maternidad de la Virgen María,
derrame sobre ustedes una abundante bendición.
℟. Amén.
℣. Que experimenten siempre y en todas partes
la protección de la Virgen María,
por quien recibieron al autor de la vida.
℟. Amén.
℣. Y todos ustedes,
reunidos para celebrar con amor esta fiesta en su honor,
reciban los dones de la alegría espiritual
y los premios eternos.
℟. Amén.
℣. Y la bendición de Dios todopoderoso,
del Padre ✠, del Hijo ✠ y del Espíritu Santo ✠,
descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
℟. Amén.
℟. Amén.
Luego el Obispo o el Diácono dice:
La alegría del Señor sea nuestra fuerza, podemos ir en paz.
℟. Demos gracias a Dios.
CANTO DE SALIDA
(Magnificat)
Mi alma glorifica al Señor, mi Dios,
gózase mi espíritu en mi Salvador.
Él es mi alegría, es mi plenitud,
Él es todo para mí.
Ha mirado la bajeza de su sierva,
muy dichosa me dirán todos los pueblos,
porque en mí ha hecho grandes maravillas
el que todo puede, cuyo nombre es: Santo.
Su clemencia se derrama por los siglos
sobre aquellos que le temen y le aman;
desplegó el gran poder de su derecha,
dispersó a los que piensan que son algo.
Derribó a los potentados de sus tronos,
ensalzó a los humildes y a los pobres.
Los hambrientos se saciaron de sus bienes
y alejó de sí, vacíos, a los ricos.
Acogió a Israel, su humilde siervo,
acordándose de su misericordia
como había prometido a nuestros padres,
a Abraham y descendencia para siempre.
Demos gloria a Dios porque Él es nuestro Padre
y a su Hijo que murió para salvarnos;
y al Espíritu que habita en nosotros
ahora y siempre, por los siglos infinitos.
Publicar un comentario
0 Comentarios