Libreto Litúrgico | Santa Misa Crismal

 

LIBRETO LITÚRGICO
SANTA MISA CRISMAL Y RENOVACIÓN DE LAS PROMESAS SACERDOTALES

PRESIDE SU EMINENCIA 
ROBERTO DELGADO
ARZOBISPO METROPOLITANO

CATEDRAL BASÍLICA METROPOLITANA DE LA ASUNCIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA
XV.IV.MMXXV

RITOS INICIALES 

 CANTO DE ENTRADA
(Pueblo de Reyes)

Pueblo de reyes, asamblea santa
Pueblo sacerdotal, pueblo de Dios
Bendice a tu Señor.

Te cantamos, oh, Hijo amado del Padre Te alabamos, eterna palabra salida de Dios
Te cantamos, oh, Hijo de la Virgen María
Te alabamos, oh, Cristo nuestro hermano
Nuestro Salvador. ℟. 

Te cantamos a Ti, esplendor de la gloria
Te alabamos, estrella radiante que anuncias el día Te cantamos, oh, luz que iluminas nuestras sombras Te alabamos, antorcha de la nueva Jerusalén. ℟. 

Te cantamos, Mesías, que anunciaron los profetas Te alabamos, oh, hijo de Abraham e hijo de David Te cantamos, Mesías, esperado por los pobres Te alabamos, oh, Cristo, nuestro rey de humilde corazón. ℟. 

Te cantamos, mediador entre Dios y los hombres
Te alabamos, oh, ruta viviente, camino del cielo
Te cantamos, sacerdote de la nueva alianza
Te alabamos, Tú eres nuestra paz por la sangre de la cruz. ℟. 

Te cantamos, cordero de la Pascua eterna
Te alabamos, oh, víctima que borras nuestros pecados Te cantamos, oh, templo de la nueva alianza Oh, piedra angular y roca de Israel. ℟.

Terminado el canto de entrada, el sacerdote y los fieles, de pie, se santiguan con la señal de la cruz, mientras el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, dice: 
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. 
℟. Amén.

El sacerdote saluda al pueblo con una de las fórmulas siguientes:
La paz esté con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.
ACTO PENITENCIAL

A continuación se hace el acto penitencial, al que el sacerdote invita a los fieles, diciendo:
Al comenzar esta celebración eucarística, pidamos a Dios que nos conceda la conversión de nuestros corazones; así obtendremos la reconciliación y se acrecentará nuestra comunión con Dios y con nuestros hermanos.

Pausa de silencio.

todos dicen en común la fórmula de la confesión general: 
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.  
Y, golpeándose el pecho, dicen:
Por mi culpa, por mi culpa, por mí gran culpa. 
Luego, prosiguen:
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes, hermanos, que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor. 

Sigue la absolución del sacerdote:
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. 
℟. Amén.

SEÑOR, TEN PIEDAD
(Misa melódica)

SEÑOR TEN PIEDAD DE NOSOTROS
SEÑOR TEN PIEDAD DE NOSOTROS
DE NOSOTROS SEÑOR TEN PIEDAD
DE NOSOTROS SEÑOR TEN PIEDAD

CRISTO TEN PIEDAD DE NOSOTROS
CRISTO TEN PIEDAD DE NOSOTROS
DE NOSOTROS SEÑOR TEN PIEDAD
DE NOSOTROS SEÑOR TEN PIEDAD

SEÑOR TEN PIEDAD DE NOSOTROS
SEÑOR TEN PIEDAD DE NOSOTROS
DE NOSOTROS SEÑOR TEN PIEDAD
DE NOSOTROS SEÑOR TEN PIEDAD

GLORIA
(Misa melódica)

GLORIA, GLORIA, GLORIA,
GLORIA A DIOS EN EL CIELO,
Y EN LA TIERRA PAZ A LOS HOMBRES
QUE AMA EL SEÑOR.

TE ALABAMOS, TE BENDECIMOS,
TE ADORAMOS, TE GLORIFICAMOS,
TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR,
POR TU INMENSA GLORIA,
TE DAMOS GRACIAS,
¡SEÑOR! ¡SEÑOR!,
DIOS REY CELESTIAL,
DIOS PADRE TODO PODEROSO. ℟.

SEÑOR, HIJO ÚNICO JESUCRISTO,
SEÑOR, DIOS CORDERO DE DIOS,
HIJO DEL PADRE,
TÚ QUE QUITAS EL PECADO DEL MUNDO,
TEN PIEDAD, TEN PIEDAD DE NOSOTROS,
TÚ QUE QUITAS EL PECADO DEL MUNDO,
ATIENDE A NUESTRAS SÚPLICAS,
ATIENDE A NUESTRAS SÚPLICAS,
TÚ QUE ESTÁS SENTADO A LA DERECHA DEL PADRE,
TEN PIEDAD, TEN PIEDAD DE NOSOTROS.

PORQUE SOLO TÚ ERES SANTO,
SOLO TÚ SEÑOR
SOLO TU ALTÍSIMO, JESUCRISTO.
CON EL ESPÍRITU SANTO,
EN LA GLORIA DE DIOS PADRE.

AMÉN.


ORACIÓN COLECTA

Terminado el himno, el Obispo, con las manos juntas, dice:
Oremos.
Luego el Obispo, con los brazos abiertos, dice la oración colecta:
Dios y Padre nuestro, que ungiste a tu Unigénito con el Espíritu Santo, y lo constituiste Cristo y Señor; concede a quienes participamos ya de su consagración que seamos en el mundo testigos de su obra redentora.
Por nuestro Señor Jesucristo tu hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA
(Is 62, 1-5)

El lector se dirige al ambón para proclamar la primera lectura, que todos escuchan sentados.

Lectura del libro de Isaías.

Por amor a Sión no callaré,
por amor de Jerusalén no descansaré,
hasta que rompa la aurora de su justicia,
y su salvación llamee como antorcha.
Los pueblos verán tu justicia,
y los reyes tu gloria;
te pondrán un nombre nuevo,
pronunciado por la boca del Señor.
Serás corona fúlgida en la mano del Señor
y diadema real en la palma de tu Dios.
Ya no te llamarán «Abandonada»,
ni a tu tierra «Devastada»;
a ti te llamarán «Mi predilecta»,
y a tu tierra «Desposada»,
porque el Señor te prefiere a ti,
y tu tierra tendrá un esposo.
Como un joven se desposa con una doncella,
así te desposan tus constructores.
Como se regocija el marido con su esposa,
se regocija tu Dios contigo.

Al final de la lectura, el lector aclama:
Palabra de Dios. 

Todos responden:
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
(Sal 95)

℟. Cantemos la grandeza del Señor.

Cantemos al Señor un nuevo canto,
que le cante al Señor toda la tierra; 
cantemos al Señor y bendigámoslo. ℟. 

Proclamemos su amor día tras día, 
su grandeza anunciemos a los pueblos; 
de nación en nación, sus maravillas. ℟. 

Alaben al Señor, pueblos del orbe, 
reconozcan su gloria y su poder 
y tribútenle honores a su nombre. ℟. 

Caigamos en su templo de rodillas.
Tiemblen ante el Señor los atrevidos.
“Reina el Señor”, digamos a los pueblos, 
gobierna a las naciones con justicia. ℟.

SEGUNDA LECTURA
(Apoc 1, 4b-8)
 
Lectura del libro del Apocalipsis.

Llegue a ustedes la gracia y la paz de parte de aquel que es, que era y que vendrá, y de los siete Espíritus que están delante de su trono, y de Jesucristo, el Testigo fiel, el Primero que resucitó de entre los muertos, el Rey de los reyes de la tierra. El nos amó y nos purificó de nuestros pecados, por medio de su sangre, e hizo de nosotros un Reino sacerdotal para Dios, su Padre. ¡A él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos! Amén.
El vendrá entre las nubes y todos lo verán, aún aquellos que lo habían traspasado. Por él se golpearán el pecho todas las razas de la tierra. Sí, así será. Amén.
Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que vendrá, el Todopoderoso.

Al final de la lectura, el lector aclama:
Palabra de Dios. 

Todos responden:
Te alabamos, Señor.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO

℟. 
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
 
El espíritu del Señor está sobre mí; él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres.
 
℟. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Mientras tanto, el Obispo, cuando se utiliza incienso, lo coloca en el incensario. El diácono, que proclamará el Evangelio, inclinándose profundamente ante el sacerdote, pide en voz baja la bendición:
Padre, dame tu bendición.

El Obispo dice en voz baja:
El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies dignamente su Evangelio; en el nombre del Padre, y del Hijo  y del Espíritu Santo.

El diácono hace la señal de la cruz y responde:
Amén.

EVANGELIO
(Lc 4, 16-21)
 
Después el diácono (o el sacerdote) va al ambón, y dice:
El Señor esté con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.

El diácono (o el sacerdote), dice:
 
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
y, mientras tanto, hace la señal de la cruz sobre el libro y luego sobre sí mismo, en la frente, la boca y el pecho.
℟.
 Gloria a ti, Señor.

Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.
Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír.»

Cuando termina el Evangelio, el diácono aclama:
Palabra del Señor.

El pueblo responde:
Gloria a ti, Señor.

Luego lleva el libro al Obispo, que lo besa en silencio y bendice al pueblo.

Luego el Obispo hace la homilía.

RENOVACIÓN DE LAS PROMESAS SACERDOTALES

Acabada la homilía, el obispo dialoga con los presbíteros con estas o semejantes palabras:
Amados hijos: al celebrar hoy la conmemoración anual del día en que Cristo, nuestro Señor, comunicó su sacerdocio a los Apóstoles y a nosotros, ¿quieren ustedes renovar las promesas que hicieron el día de
su ordenación, ante su obispo y ante el pueblo santo de Dios?

Los presbíteros, conjuntamente, responden a la vez:
Sí, quiero.

Obispo:
¿Quieren unirse más íntimamente a nuestro Señor Jesucristo, modelo de nuestro sacerdocio, renunciando a sí mismos y reafirmando los compromisos sagrados que, impulsados por amor a Cristo y para servicio de su Iglesia, hicieron ustedes con alegría el día de su ordenación sacerdotal?

Presbíteros:
Sí, quiero.

Obispo:
¿Quieren ser fieles dispensadores de los misterios de Dios, por medio de la sagrada Eucaristía y de las demás acciones litúrgicas, y cumplir fielmente con el sagrado oficio de enseñar, a ejemplo de Cristo, Cabeza y Pastor, no movidos por el deseo de los bienes terrenos, sino impulsados solamente por el bien de los hermanos?

Presbíteros:
Sí, quiero.

Seguidamente, dirigiéndose al pueblo, el obispo prosigue:
Y ustedes, queridos hijos, oren por sus sacerdotes; que el Señor derrame abundantemente sobre ellos sus dones celestiales, para que sean fieles ministros de Cristo, Sumo Sacerdote, y los conduzcan a ustedes hacia él, que es la fuente única de salvación.

Pueblo:
Cristo, óyenos. Cristo, escúchanos.

Obispo:
Oren también por mí, para que sea fiel al ministerio apostólico, encomendado a mis débiles fuerzas, y que sea entre ustedes una imagen viva y cada vez más perfecta de Cristo Sacerdote, buen Pastor, Maestro y servidor de todos.

Pueblo:
Cristo, óyenos. Cristo, escúchanos.

Obispo:
El Señor nos conserve en su amor y nos lleve a todos, pastores y ovejas, a la vida eterna.

Todos:
Amén.

LITURGIA DE LA BENDICIÓN DE LOS ÓLEOS

Después de la renovación de las promesas sacerdotales, los diáconos y ministros designados llevan los óleos, o, en su defecto, algunos presbíteros y ministros, o bien los mismos fieles que presentan el pan, el vino y el agua, se dirigen ordenadamente a la sacristía o al lugar donde se han dejado preparados los óleos y las otras ofrendas.

Al volver al altar lo hacen de este modo: en primer lugar, el ministro que lleva el recipiente
con los aromas, si es que el obispo quiere hacer él mismo la mezcla del crisma; después, otro
ministro con la vasija del óleo de los catecúmenos; seguidamente, otro con la vasija del óleo de los enfermos. El óleo para el crisma es llevado en último lugar por un diácono o un presbítero. A ellos les siguen los ministros que llevan el pan, el vino y el agua para la celebración eucarística.

Al avanzar la procesión por la iglesia, la “schola” canta el himno O Redemptor u otro canto apropiado, respondiendo toda la asamblea, en lugar del canto del ofertorio.

HIMNO
(O Redemptor)

O Redémptor, sume carmen
Temet concinéntium.
Arbor feta alma luce
Hoc sacrándum prótulit,
Fert hoc prona praesens turba
Salvatóri saéculi.

Consecráre tu dignáre,
Rex perénnis patriae,
Hoc olívum sígnum vivum
Iura contra daémonum.

Ut novétur sexus omnis
Unctione chrísmatis;
Ut sanétur sauciáta
Dignitatis glória.

Lota mente sacro fonte
Aufugántur crímina,
Uncta fronte sacrosáncta
Influunt charísmata.

Corde natus ex Paréntis,
Alvum implens Vírginis,
Praesta lucem, claude mortem
Chrísmatis consórtibus.

Sit haec dies festa nobis
Saeculórum saéculis,
sit sacráta digna laude
nec senéscat témpore.

Cuando llegan al altar o a la sede, el obispo recibe los dones. El diácono que lleva la vasija
para el santo crisma, se la presenta al obispo, diciendo en voz alta: Óleo para el santo crisma; el obispo la recibe y se la entrega a uno de los diáconos que le ayudan, el cual la coloca sobre la mesa que se ha preparado. Lo mismo hacen los que llevan las vasijas para el óleo de los enfermos y de los catecúmenos. El primero dice: Óleo de los enfermos; el otro: Óleo de los catecúmenos. El obispo recibe ambas vasijas y los ministros las colocan sobre la mesa que se ha preparado.

BENDICIÓN DEL ÓLEO DE LOS ENFERMOS

Estando todo dispuesto, el obispo, de pie, sin mitra, y de cara al pueblo, con las manos
extendidas, dice esta oración:
Dios nuestro, Padre de todo consuelo, que, por medio de tu Hijo quisiste curar las dolencias de los enfermos, atiende benignamente la oración que brota de nuestra fe y envía desde el cielo tu Santo Espíritu Santo Consolador sobre este aceite fecundo, que quisiste que un árbol vigoroso ofreciera para alivio de nuestro cuerpo; de manera que, por tu santa  bendición, se convierta, para todo el que sea ungido con él, en protección del cuerpo, del alma y del espíritu, sientan en cuerpo y alma tu divina protección para quitar todo dolor, toda debilidad y toda enfermedad. Que sea para nosotros óleo santo, bendecido por ti, Padre, en nombre de Jesucristo Señor nuestro.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
℟. Amén.

BENDICIÓN DEL ÓLEO DE LOS CATECÚMENOS

Acabada la bendición del óleo de los enfermos el obispo bendice el óleo de los catecúmenos
con la siguiente oración:
Dios nuestro, fuerza y protección de tu pueblo,
Que hiciste del aceite un signo de fortaleza,
dígnate bendecir  este óleo, y fortalece a los catecúmenos que con él serán ungidos, para que, al recibir la fuerza y la sabiduría de Dios,
comprendan más profundamente el Evangelio de Cristo, afronten animosamente las exigencias de la vida cristiana y, hechos dignos de la adopción filial, sientan la alegría de renacer y vivir en tu Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟. Amén.

CONSAGRACIÓN DEL CRISMA

Seguidamente, el obispo derrama los aromas sobre el óleo y hace el crisma en silencio, a no
ser que ya estuviese preparado de antemano.

Una vez hecho esto, dice la siguiente invitación a orar:
Hermanos muy queridos: pidamos a Dios Padre todopoderoso, que bendiga y santifique este Crisma para que cuantos sean ungidos externamente con él, también reciban esta unción interiormente y los haga dignos de la divina redención.

Entonces el obispo, oportunamente, sopla sobre la boca de la vasija del crisma, y con las
manos extendidas dice una de las siguientes oraciones de consagración:
Dios nuestro, autor de todo crecimiento y progreso espiritual, acepta complacido el homenaje de acción de gracias que, por nuestra voz, te presenta, gozosa, la Iglesia.

Pues, al principio del mundo, tu hiciste brotar de la tierra árboles que dieran fruto y que, de entre ellos, surgiera el olivo cuyo suavísimo aceite habría de servir para el santo Crisma.

Ya David, presintiendo con espíritu profético
los sacramentos que tu gracia, anunció que nuestros rostros habrían de quedar ungidos
con aceite en señal de alegría; y cuando, en tiempos pasados, fueron purificados los pecados del mundo por el diluvio, con una rama de olivo, signo de la gracia futura, la paloma mostró que había vuelto la paz a la tierra.

Lo cual está significado en el tiempo presente
cuando, ya borradas las culpas de todos los delitos por las aguas bautismales, la unción con este aceite llena nuestros rostros de alegría y de paz.

También mandaste a Moisés, tu servidor,
que su hermano Aarón una vez purificado con agua, lo consagrara sacerdote, ungiéndolo con este aceite.

A todo lo cual se le añadió un honor más alto
cuando tu Hijo, Jesucristo, Señor nuestro, le exigió a Juan que lo bautizara en las aguas del Jordán. Porque entonces, al enviar sobre Él
el Espíritu Santo en forma de paloma, y con el testimonio de tu voz, declaraste tener, en tu Unigénito, toda tu complacencia.

Y así pusiste de manifiesto que en Él se cumplía
lo que David había profetizado al cantar en el salmo que tu Hijo sería ungido con el óleo de la alegría, entre todos sus compañeros.

Todos los concelebrantes, en silencio, extienden la mano derecha hacia el crisma, y la
mantienen así hasta el final de la oración.

Te suplicamos, Señor, que santifiques con tu bendición ✠ este óleo fecundo y que infundas en él la fuerza de tu Espíritu Santo, junto con el poder de Cristo, de quien el santo Crisma toma su nombre y con el cual ungiste a tus sacerdotes y reyes, y a tus profetas y mártires.

Haz que este Crisma sea sacramento de vida y perfecta salvación en favor de quienes nacerán espiritualmente del agua bautismal, a fin de que santificados por esta unción, y borrada la mancha original, se hagan templo de tu gloria
y exhalen la fragancia de una vida agradable a ti, para que así, conforme a la eficacia de tu sacramento, habiéndoles conseguido la dignidad real, sacerdotal y profética, sean revestidos con el don incorruptible.

Que de esta manera sea Crisma de salvación
para aquellos que hayan renacido del agua y del Espíritu Santo, y los haga participes de la vida eterna y herederos de la gloria celestial.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟. Amén.

LITURGIA EUCARÍSTICA

Terminada la bendición de los óleos, los fieles designados para ello llevan el pan, el vino y el
agua para la celebración de la Eucaristía (a no ser de que se hayan llevado ya junto con los óleos, en el caso de que la bendición de éstas se haga siguiendo la Tradición Romana). La celebración de la Misa continúa como de costumbre

CANTO DE OFERTORIO
(Peregrinos de la Esperanza)

Llama viva para mi esperanza,
que este canto llegue hasta ti, 
seno eterno de infinita vida, 
me encamino, yo confío en ti. 

Toda lengua, pueblos y naciones
hallan luces siempre en tu Palabra.
Hijos, hijas, frágiles, dispersos, 
acogidos en tu Hijo amado. ℟.

Dios nos cuida, tierno y paciente
nace el día, un futuro nuevo. 
Cielos nuevos y una tierra nueva. 
Caen muros gracias al Espíritu. ℟.

Una senda tienes por delante, 
paso firme, Dios sale a tu encuentro.
Mira al Hijo que se ha hecho hombre
para todos, él es el camino. ℟.

Inciensa las ofrendas, la cruz y el altar. A continuación, el diácono inciensa al Obispo y al pueblo.

A continuación, el Obispo, de pie junto al altar, se lava las manos, orando en silencio.

Después, de pie en medio del altar y de cara al pueblo, el Obispo extiende y junta las manos y dice:
Oren, hermanos, para que, trayendo al altar los gozos y las fatigas de cada día, nos dispongamos a ofrecer el sacrificio agradable a Dios, Padre todopoderoso.

El pueblo se levanta y responde:
El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Luego el Obispo, con las manos extendidas, dice la oración sobre las ofrendas:
Te rogamos, Señor, que la eficacia de este sacrificio lave nuestras antiguas culpas, y nos haga crecer en novedad de vida y en plenitud de salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟. Amén.

PREFACIO
El sacerdocio de Cristo y el ministerio de los sacerdotes

℣. El Señor esté con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.

℣. Levantemos el corazón.
℟. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

℣. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
℟. Es justo y necesario.

El sacerdote prosigue el prefacio, con las manos extendidas: 
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.

Ya que, por la unción del Espíritu Santo, constituiste a tu Unigénito Pontífice de la alianza nueva y eterna, y en tu designio salvífico, has querido que su sacerdocio único se perpetuara en la Iglesia. En efecto, Cristo no sólo confiere la dignidad del sacerdocio real
a todo su pueblo santo, sino que, con especial predilección, elige a algunos de entre los hermanos, y mediante la imposición de las manos, los hace partícipes de su ministerio de salvación, a fin de que renueven, en su nombre,
el sacrificio redentor, preparen para tus hijos el banquete pascual, fomenten la caridad en tu pueblo santo, lo alimenten con la Palabra,
lo fortifiquen con los sacramentos y, consagrando su vida a ti y a la salvación de sus hermanos, se esfuercen por reproducir en sí mismos la imagen de Cristo y te den un constante testimonio de fidelidad y de amor.

Por eso, Señor, con todos los ángeles y santos,
te alabamos, cantando llenos de alegría:

SANTO
(Misa melódica)

SANTO, SANTO, SANTO ES EL SEÑOR, DIOS DEL UNIVERSO.
LLENOS ESTÁN EL CIELO Y LA TIERRA DE TU GLORIA.

HOSANNA, HOSANNA, HOSANNA EN EL CIELO.
HOSANNA, HOSANNA, HOSANNA EN EL CIELO.

BENDITO EL QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR.

HOSANNA, HOSANNA, HOSANNA EN EL CIELO.
HOSANNA, HOSANNA, HOSANNA EN EL CIELO.

PLEGARIA EUCARÍSTICA I
O CANON ROMANO

El sacerdote dice:
Padre misericordioso, te pedimos humildemente, por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que aceptes 
Traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
y bendigas  estos dones, este sacrificio santo y puro que te ofrecemos, 
Con las manos extendidas, prosigue: 
ante todo, por tu Iglesia santa y católica, para que le concedas la paz, la protejas, la congregues en la unidad y la gobiernes en el mundo entero, con tu servidor el Papa Clemente, conmigo indigno siervo tuyo, y todos los demás Obispos que, fieles a la verdad, promueven la fe católica y apostólica.
 
Conmemoración de los vivos
1C: Acuérdate, Señor, de tus hijos [N. y N.] 
Junta las manos y ora unos momentos por quienes tiene la intención de orar. 
Después, con las manos extendida, prosigue: 
y de todos los aquí reunidos, cuya fe y entrega bien conoces; por ellos y todos los suyos, por el perdón de sus pecados y la salvación que esperan, te ofrecemos, y ellos mismos te ofrecen, este sacrificio de alabanza, a tí, eterno Dios, vivo y verdadero.

Conmemoración de los Santos
2C: Reunidos en comunión con toda la Iglesia, veneramos la memoria, ante todo, de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor; la de su esposo, san José; la de los santos apóstoles y mártires Pedro y Pablo, Andrés, [Santiago y Juan, Tomás, Santiago, Felipe, Bartolomé, Mateo, Simón y Tadeo; Lino, Cleto, Clemente, Sixto, Comelio, Cipriano, Lorenzo, Crisógono, Juan y Pablo, Cosme y Damián] y la de todos los santos; por sus méritos y oraciones concédenos en todo tu protección. 
[Por Cristo, nuestro Señor. Amén.]

Con las manos extendidas, prosigue:
Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa; ordena en tu paz nuestros días, líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus elegidos.

Extendiendo las mano sobre las ofrendas, dice: 
Bendice y santifica esta ofrenda, Padre, haciéndola perfecta, espiritual y digna de ti: que se convierta para nosotros en el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo amado, Jesucristo, nuestro Señor. 

En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de pronunciarse claramente y con precisión, como lo requiere la naturaleza de las mismas palabras.
El cual, la víspera de su Pasión, 
Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue: 
tomó pan en sus santas y venerables manos, 
Eleva los ojos. 
y, elevando los ojos al cielo, hacia ti, Dios, Padre suyo todopoderoso, dando gracias te bendijo, lo partió, y lo dio a sus discípulos.

Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora haciendo genuflexión.

Después prosigue: 
Del mismo modo, acabada la cena, 
Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue: 
tomó este cáliz glorioso en sus santas y venerables manos, dando gracias te bendijo, y lo dio a sus discípulos.

Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo genuflexión.

Luego dice: 
Éste es el Sacramento de nuestra fe.
℟. Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!

Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice: 
Por eso, Padre, nosotros, tus siervos, y todo tu pueblo santo, al celebrar este memorial de la muerte gloriosa de Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, de su santa resurrección del lugar de los muertos y de su admirable ascensión a los cielos, te ofrecemos, Dios de gloría y majestad, de los mismos bienes que nos has dado, el sacrificio puro, inmaculado y santo: pan de vida eterna y cáliz de eterna salvación. 

Mira con ojos de bondad esta ofrenda y acéptala, como aceptaste los dones del justo Abel el sacrificio de Abraham, nuestro padre en la fe, y la oblación pura de tu sumo sacerdote Melquísedec.

Inclinado, con las manos juntas, prosigue: 
Te pedimos humildemente, Dios todopoderoso, que esta ofrenda sea llevada a tu presencia, hasta el altar del cielo, por manos de tu Angel, para que cuantos recibimos el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, al participar aquí de este altar, 
Se endereza y se signa, diciendo: 
seamos colmados de gracia y bendición. 
junta las manos. 
[Por Cristo, nuestro Señor. Amén.]  

Conmemoración de los difuntos
Con las manos extendidas, dice: 
3C: Acuérdate también, Señor, de tus hijos [N. y N.], que nos han precedido con el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz. 
Junta las manos y ora unos momentos por los difuntos por quienes tiene intención de orar.
Después, con las manos extendidas, prosigue: 
A ellos, Señor, y a cuantos descansan en Cristo, concédeles el lugar del consuelo, de la luz y de la paz. 
Junta las manos. 
[Por Cristo, nuestro Señor. Amén.]

Con la mano derecha se golpea el pecho, diciendo: 
4C: Y a nosotros, pecadores, siervos tuyos, 
Con las manos extendidas, prosigue: 
que confiamos en tu infinita misericordia, admítenos en la asamblea de los santos apóstoles y mártires Juan el Bautista, Esteban, Matías y Bernabé, [Ignacio, Alejandro, Marcelino y Pedro, Felicidad y Perpetua, Águeda, Lucía, Inés, Cecilia, Anastasia,] y de todos los santos; y acéptanos en su compañía, no por nuestros méritos, sino conforme a tu bondad. 
Junta las manos. 
Por Cristo, Señor nuestro.

Y continúa: 
Por quien sigues creando todos los bienes, los santificas, los llenas de vida, los bendices y los repartes entre nosotros.  
 
Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice:
Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
℟. Amén.

RITO DE COMUNIÓN

Una vez depositados el cáliz y la patena sobre el altar, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado; digamos con fe y esperanza:

Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Solo el sacerdote, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
℟. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.  

Solo el sacerdote, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: «La paz les dejo, mi paz les doy», no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. 
Junta las manos. 
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
℟. Amén. 

El sacerdote, vuelto hacia el pueblo, extendiendo y juntando las manos, dice: 
La paz del Señor esté siempre con ustedes.
℟. Y con tu espíritu. 

Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade: 
En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su cruz, dense la paz como signo de reconciliación.

CORDERO DE DIOS
(Misa melódica)

CORDERO DE DIOS QUE QUITAS, EL PECADO DEL MUNDO,
TEN PIEDAD DE NOSOTROS,
TEN PIEDAD DE NOSOTROS.

CORDERO DE DIOS QUE QUITAS, EL PECADO DEL MUNDO,
TEN PIEDAD DE NOSOTROS,
TEN PIEDAD DE NOSOTROS.

CORDERO DE DIOS QUE QUITAS, EL PECADO DEL MUNDO,
DANOS LA PAZ, DANOS LA PAZ, 
DANOS DANOS, DANOS LA PAZ,
DANOS DANOS, DANOS LA PAZ.

El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la patena o sobre el cáliz, de cara al pueblo, dice con voz clara:
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
℟. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.

CANTO DE COMUNIÓN
(Canto del profeta)

Antes que te formaras
Dentro del vientre de tu madre
Antes que tú nacieras
Te conocía y te consagré
Para ser mi profeta
De las naciones yo te escogí
Irás donde te envíe
Y lo que te mande proclamarás.

Tengo que gritar, tengo que arriesgar
Ay de mí si no lo hago
Cómo escapar de ti, cómo no hablar
Si tu voz me quema dentro
Tengo que andar, tengo que luchar
Ay de mí si no lo hago
Cómo escapar de ti, cómo no hablar
Si tu voz me quema dentro.

No temas arriesgarte
Porque contigo yo estaré
No temas anunciarme
Porque en tu boca yo hablaré
Te encargo hoy mi pueblo
Para arrancar y derribar
Para edificar, destruirás y plantarás.

Deja a tus hermanos
Deja a tu padre y a tu madre
Abandona tu casa
Porque la tierra gritando está
Nada traigas contigo
Porque a tu lado yo estaré
Es hora de luchar
Porque mi pueblo sufriendo estáAntes que te formaras
Dentro del vientre de tu madre
Antes que tú nacieras
Te conocía y te consagré
Para ser mi profeta
De las naciones yo te escogí
Irás donde te envíe
Y lo que te mande proclamarás.

Tengo que gritar, tengo que arriesgar
Ay de mí si no lo hago
Cómo escapar de ti, cómo no hablar
Si tu voz me quema dentro
Tengo que andar, tengo que luchar
Ay de mí si no lo hago
Cómo escapar de ti, cómo no hablar
Si tu voz me quema dentro.

No temas arriesgarte
Porque contigo yo estaré
No temas anunciarme
Porque en tu boca yo hablaré
Te encargo hoy mi pueblo
Para arrancar y derribar
Para edificar, destruirás y plantarás.

Deja a tus hermanos
Deja a tu padre y a tu madre
Abandona tu casa
Porque la tierra gritando está
Nada traigas contigo
Porque a tu lado yo estaré
Es hora de luchar
Porque mi pueblo sufriendo está.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Luego, de pie en el altar o en la sede, el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, con las manos juntas, dice:
Oremos.
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la Comunión:
Te pedimos, Dios todopoderoso, que, alimentados por tus sacramentos, merezcamos convertirnos en buen olor de Cristo.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
℟. Amén.

RITO DE CONCLUSIÓN

BENDICIÓN SOLEMNE

El celebrante recibe la mitra y, extendiendo las manos, dice:  
El Señor esté con ustedes.

Todos responde:
Y con tu espíritu.

El Obispo dice:
Que la paz de Dios, 
que sobrepasa todo anhelo y esfuerzo humano, 
custodie su corazón y su inteligencia 
en el amor y conocimiento de Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.

Todos responde:
Amén.

Entonces, el Obispo, dice:
Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre ✠ Hijo  ,  y Espíritu  Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.

Todos:
Amén.

Luego el diácono, o el sacerdote, despide al pueblo con una de las fórmulas siguientes:
La alegría del Señor sea nuestra fuerza, podemos ir en paz.
℟. Demos gracias a Dios.

CANTO DE SALIDA
(Himno a San José)

Hoy a tus pies ponemos nuestra vida
Hoy a tus pies, ¡Glorioso San José!
Escucha nuestra oración y por tu intercesión
Obtendremos la paz del corazón.

En Nazaret junto a la Virgen Santa
En Nazaret, ¡Glorioso San José!
Cuidaste al niño Jesús pues por tu gran virtud
Fuiste digno custodio de la luz.

Con sencillez humilde carpintero
Con sencillez, ¡Glorioso San José!
Hiciste bien tu labor obrero del Señor
Ofreciendo trabajo y oración.

Tuviste Fe en Dios y su promesa
Tuviste Fe, ¡Glorioso San José!
Maestro de oración alcánzanos el don
De escuchar y seguir la voz de Dios.

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