Libreto Litúrgico | Santa Misa de la Cena del Señor


 LIBRETO LITÚRGICO
SANTA MISA DE LA CENA DEL SEÑOR

PRESIDE SU EXCELENCIA
SERGIO GÓMEZ
OBISPO AUXILIAR DE GUADALAJARA

CATEDRAL BASÍLICA METROPOLITANA DE LA ASUNCIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA
XVII.IV.MMXXV

RITOS INICIALES

Por la tarde, en la hora más oportuna, se celebra la misa de la Cena del Señor, en la que participa plenamente toda la comunidad local y en la que todos los sacerdotes y ministros ejercen su propio oficio.

Pueden concelebrar todos los sacerdotes aunque en este día hayan celebrado la misa crismal o deban celebrar otra misa para el bien de los fieles.

Donde lo exija el bien pastoral, el ordinario del lugar puede permitir la celebración de otra misa, por la tarde, en las iglesias u oratorios públicos o semipúblicos, y en caso de verdadera necesidad, incluso por la mañana, pero solamente para los fieles que de ningún modo puedan participar en la misa vespertina.

Adórnese con flores el altar con la moderación conveniente al carácter de este día. El sagrario ha de estar completamente vacío; se ha de consagrar en esta misa suficiente pan para que el clero y el pueblo puedan comulgar hoy y mañana.
CANTO DE ENTRADA 
(Rey y Sacerdote - P. Martins)

Una vez reunido el pueblo, el Obispo se dirige al altar con los ministros durante el canto de entrada.

JESUCRISTO, HAZ DE NOSOTROS UN PUEBLO SACERDOTAL PARA DIOS, NUESTRO PADRE. A ÉL LA GLORIA Y EL PODER POR LOS SIGLOS.

Hoy te cantamos, oh Hijo Predilecto del Padre,
hoy te alabamos, Ciencia eterna y Verbo de Dios.
Hoy te cantamos Hijo de María, la Virgen,
hoy te alabamos, Cristo nuestro hermano y nuestro Salvador. A ÉL LA GLORIA Y EL PODER POR LOS SIGLOS. ℟.

Hoy te cantamos, Luz de esplendor eterno,
hoy te alabamos, Estrella de la mañana que anuncia el día. Hoy te cantamos, Mesías esperado por los pobres, hoy te alabamos, oh Cristo nuestro Rey y Príncipe de la paz. A ÉL LA GLORIA Y EL PODER POR LOS SIGLOS. ℟.

Hoy te cantamos, Cordero de la Pascua eterna,
hoy te alabamos, víctima inmolada por nuestros pecados. Hoy te cantamos, Cristo salvador inmortal, hoy te alabamos, por tu muerte y resurrección. A ÉL LA GLORIA Y EL PODER POR LOS SIGLOS. ℟.

Hoy te cantamos, mediador entre Dios y los hombres, hoy te alabamos, oh Ruta viviente del cielo. Hoy te cantamos, Sacerdote de la Nueva Alianza, hoy te alabamos, Tú eres nuestra paz por la sangre de la cruz. A ÉL LA GLORIA Y EL PODER POR LOS SIGLOS. ℟.

Cuando llega al altar, se inclina profundamente con los ministros, besa el altar en señal de veneración e inciensa la cruz y el altar. A continuación, se dirige con los ministros a las sillas.

Terminado el canto de entrada, el sacerdote y los fieles, de pie, se santiguan con la señal de la cruz, mientras el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, dice: 
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. 
℟. Amén.

La paz esté con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.

ACTO PENITENCIAL

A continuación se hace el acto penitencial, al que el sacerdote invita a los fieles, diciendo:
Al comenzar esta celebración eucarística, pidamos a Dios que nos conceda la conversión de nuestros corazones; así obtendremos la reconciliación y se acrecentará nuestra comunión con Dios y con nuestros hermanos.

Pausa de silencio.

todos dicen en común la fórmula de la confesión general: 
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.  
Y, golpeándose el pecho, dicen:
Por mi culpa, por mi culpa, por mí gran culpa. 
Luego, prosiguen:
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes, hermanos, que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor. 

Sigue la absolución del sacerdote:
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. 
℟. Amén.

SEÑOR, TEN PIEDAD
(Misa melódica)

SEÑOR TEN PIEDAD DE NOSOTROS
SEÑOR TEN PIEDAD DE NOSOTROS
DE NOSOTROS SEÑOR TEN PIEDAD
DE NOSOTROS SEÑOR TEN PIEDAD

CRISTO TEN PIEDAD DE NOSOTROS
CRISTO TEN PIEDAD DE NOSOTROS
DE NOSOTROS SEÑOR TEN PIEDAD
DE NOSOTROS SEÑOR TEN PIEDAD

SEÑOR TEN PIEDAD DE NOSOTROS
SEÑOR TEN PIEDAD DE NOSOTROS
DE NOSOTROS SEÑOR TEN PIEDAD
DE NOSOTROS SEÑOR TEN PIEDAD

Se dice Gloria. Mientras se canta el himno, se hacen sonar las campanas, que ya no se vuelven a tocar hasta la Vigilia pascual, a no ser que el obispo diocesano juzgue oportuno establecer otra cosa. Así mismo durante este tiempo puede usarse el órgano y otros instrumentos musicales solo para sostener el canto.

GLORIA
(Misa melódica)

GLORIA, GLORIA, GLORIA,
GLORIA A DIOS EN EL CIELO,
Y EN LA TIERRA PAZ A LOS HOMBRES
QUE AMA EL SEÑOR.

TE ALABAMOS, TE BENDECIMOS,
TE ADORAMOS, TE GLORIFICAMOS,
TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR,
POR TU INMENSA GLORIA,
TE DAMOS GRACIAS,
¡SEÑOR! ¡SEÑOR!,
DIOS REY CELESTIAL,
DIOS PADRE TODO PODEROSO. ℟.

SEÑOR, HIJO ÚNICO JESUCRISTO,
SEÑOR, DIOS CORDERO DE DIOS,
HIJO DEL PADRE,
TÚ QUE QUITAS EL PECADO DEL MUNDO,
TEN PIEDAD, TEN PIEDAD DE NOSOTROS,
TÚ QUE QUITAS EL PECADO DEL MUNDO,
ATIENDE A NUESTRAS SÚPLICAS,
ATIENDE A NUESTRAS SÚPLICAS,
TÚ QUE ESTÁS SENTADO A LA DERECHA DEL PADRE,
TEN PIEDAD, TEN PIEDAD DE NOSOTROS.

PORQUE SOLO TÚ ERES SANTO,
SOLO TÚ SEÑOR
SOLO TU ALTÍSIMO, JESUCRISTO.
CON EL ESPÍRITU SANTO,
EN LA GLORIA DE DIOS PADRE.

AMÉN.

ORACIÓN COLECTA

Terminado el himno, el Obispo, con las manos juntas, dice:
Oremos.
Luego el Obispo, con los brazos abiertos, dice la oración colecta:
Dios nuestro, reunidos para celebrar la santísima Cena en la que tu Hijo unigénito, antes de entregarse a la muerte, confió a la Iglesia el nuevo y eterno sacrificio banquete pascual de su amor, concédenos que, de tan sublime misterio, brote para nosotros la plenitud del amor y de la vida.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

El pueblo aclama:
Amén.

LITURGIA DE LA PALABRA 

PRIMERA LECTURA 
(Éx 12, 1-8. 11-14)

Prescripciones sobre la cena pascual

Lectura del libro del Éxodo:

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de
Egipto: "Este mes será para ustedes el primero de todos los
meses y el principio del año. Díganle a toda la comunidad de
Israel: 'El día diez de este mes, tomará cada uno un cordero por
familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para
comérselo, que se junte con los vecinos y elija un cordero adecuado al
número de personas y a la cantidad que cada cual pueda comer. Será
un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito.
Lo guardarán hasta el día catorce del mes, cuando toda la
comunidad de los hijos de Israel lo inmolará al atardecer. Tomarán la
sangre y rociarán las dos jambas y el dintel de la puerta de la casa
donde vayan a comer el cordero. Esa noche comerán la carne, asada a
fuego; comerán panes sin levadura y hierbas amargas. Comerán así: con
la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano y a
toda prisa, porque es la Pascua, es decir, el paso del Señor.
Yo pasaré esa noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los
primogénitos del país de Egipto, desde los hombres hasta los ganados.
Castigaré a todos los dioses de Egipto, yo, el Señor. La sangre les
servirá de señal en las casas donde habitan ustedes. Cuando yo vea la
sangre, pasaré de largo y no habrá entre ustedes plaga exterminadora,
cuando hiera yo la tierra de Egipto.
Ese día será para ustedes un memorial y lo celebrarán como fiesta
en honor del Señor. De generación en generación celebrarán esta
festividad, como institución perpetua' ".

Palabra de Dios 
℟. Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSARIAL 
(Sal 115)

℟. Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava.

¿Cómo le pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Levantaré el cáliz de salvación
e invocaré el nombre del Señor. ℟. 

A los ojos del Señor
es muy penoso que mueran sus amigoS.
De la muerte, Señor, me has librado,
a mí, tu esclavo e hijo de tu esclava. ℟. 

Te ofreceré con gratitud
un sacrificio e invocaré tu nombre.
Cumpliré mis promesas al Señor
ante todo su pueblo. ℟. 

SEGUNDA LECTURA 
(1 Cor 11, 13. 23-26)

Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor

Lectura de la primera carta de apóstol san Pablo a los Corintios:

Hermanos: Yo recibí del Señor lo mismo que les he trasmitido: que el
Señor Jesús, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan
en sus manos, y pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo:
"Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en
memoria mía".
Lo mismo hizo con el cáliz después de cenar, diciendo: "Este cáliz
es la nueva alianza que se sella con mi sangre. Hagan esto en memoria
mía siempre que beban de él".
Por eso, cada vez que ustedes comen de este pan y beben de este
cáliz, proclaman la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Palabra de Dios 
℟. Te alabamos, Señor.

ACLAMACIÓN ANTES 
DEL EVANGELIO

℟. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor, que se amen los unos a
los otros, como yo los he amado.

℟.  Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

EVANGELIO
(Lc 4, 16-21)

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido.  

Después el diácono (o el sacerdote) va al ambón, y dice:
El Señor esté con ustedes.

El pueblo responde:
Y con tu espíritu.

El diácono (o el sacerdote), dice:
✠ 
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
y, mientras tanto, hace la señal de la cruz sobre el libro y luego sobre sí mismo, en la frente, la boca y el pecho.

El pueblo responde:
Gloria a ti, Señor.
 
Luego el diácono o el sacerdote, si procede, inciensa el libro y proclama el Evangelio.

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. En el transcurso de la cena, cuando ya el diablo había puesto en el
corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de entregarlo, Jesús, consciente de que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y sabiendo que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la
mesa, se quitó el manto y tomando una toalla, se la ciñó; luego echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que se había ceñido. Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: "Señor, ¿me vas a lavar tú a mí los pies?" Jesús le replicó: "Lo que estoy haciendo tú no lo
entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde". Pedro le dijo: "Tú no me lavarás los pies jamás". Jesús le contestó: "Si no te lavo, no tendrás parte conmigo". Entonces le dijo Simón Pedro: "En ese caso, Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza". Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos". Como sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: 'No todos están limpios'.
Cuando acabó de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies,
también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan".

Cuando termina el Evangelio, el diácono aclama:
Palabra del Señor.

El pueblo responde:
Gloria a ti, Señor.

Luego lleva el libro al Obispo, que lo besa en silencio y bendice al pueblo.

Después de la proclamación del Evangelio, el sacerdote pronuncia la homilía, en la cual se comentan los grandes misterios que se celebran en esta misa: la institución de la sagrada Eucaristía y del orden sacerdotal, y el mandato del Señor sobre la caridad fraterna.

LAVATORIO DE LOS PIES

Terminada la homilía, se procede al lavatorio de los pies donde lo aconseje el bien pastoral.

Los que han sido designados de entre el pueblo de Dios, acompañados por los ministros, van a ocupar los asientos preparados para ellos. El sacerdote (dejada la casulla, si es necesario) se acerca a cada uno y, con la ayuda de los ministros, vierte agua sobre los pies y se los seca.

Mientras tanto se cantan algunas de las siguientes antífonas o algún otro canto apropiado.

Antífona 1 Cf. Jn 13, 4. 5. 15
El Señor se levantó de la mesa,
echó agua en un recipiente
y se puso a lavar los pies de sus discípulos,
para darles ejemplo.

Antífona 2 Cf. Jn 13, 12. 13. 15
El Señor Jesús, después de haber cenado con sus discípulos,
lavó sus pies y les dijo: “¿Comprenden lo que acabo de hacer
con ustedes, yo, el Señor y Maestro? Les he dado ejemplo,
para que también ustedes lo hagan”.

Inmediatamente después del lavatorio de los pies el sacerdote se lava y seca las manos, vuelve a ponerse la casulla y va a la sede desde la que dirige la oración universal.

No se dice Credo.

LITURGIA EUCARÍSTICA

Al comienzo de la liturgia eucarística se puede organizar una procesión de los fieles en la cual, con el pan y el vino, se pueden presentar dones para los pobres.

Mientras tanto se canta el siguiente himno u otro canto apropiado.

CANTO DE OFERTORIO
(Bendito seas, Señor)
 
Bendito seas, Señor, por este pan y este vino,
que generoso nos diste para caminar contigo, 
y serán para nosotros alimento en el camino. 

Te ofrecemos el trabajo, las penas y la alegría, 
el pan que nos alimenta y el afán de cada día. 

Te ofrecemos nuestro barro que oscurece nuestras vidas 
y el vino que no empleamos para curar las heridas.

Inciensa las ofrendas, la cruz y el altar. A continuación, el diácono inciensa al Obispo y al pueblo.

A continuación, el Obispo, de pie junto al altar, se lava las manos, orando en silencio.

Después, de pie en medio del altar y de cara al pueblo, el Obispo extiende y junta las manos y dice:
Oren, hermanos, para que, trayendo al altar los gozos y las fatigas de cada día, nos dispongamos a ofrecer el sacrificio agradable a Dios, Padre todopoderoso.

El pueblo se levanta y responde:
El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Luego el Obispo, con las manos extendidas, dice la oración sobre las ofrendas: 
Concédenos, Señor, participar dignamente en estos misterios, porque cada vez que se celebra el memorial de este sacrificio, se realiza la obra de nuestra redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

El pueblo responde:
Amén.

PREFACIO
El sacrificio y el sacramento de Cristo

℣. El Señor esté con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.

℣. Levantemos el corazón.
℟. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

℣. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
℟. Es justo y necesario.

El sacerdote prosigue el prefacio, con las manos extendidas:
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.

El cual, verdadero y eterno Sacerdote, al instituir el sacrificio de la eterna alianza,
se ofreció primero a ti como víctima salvadora, y nos mandó que lo ofreciéramos
como memorial suyo. Cuando comemos su carne, inmolada por nosotros, quedamos fortalecidos; y cuando bebemos su sangre, derramada por nosotros, quedamos limpios de nuestros pecados.

Por eso, con los ángeles y los arcángeles, con los tronos y dominaciones y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:


SANTO
(Misa melódica)

SANTO, SANTO, SANTO ES EL SEÑOR, DIOS DEL UNIVERSO.
LLENOS ESTÁN EL CIELO Y LA TIERRA DE TU GLORIA.

HOSANNA, HOSANNA, HOSANNA EN EL CIELO.
HOSANNA, HOSANNA, HOSANNA EN EL CIELO.

BENDITO EL QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR.

HOSANNA, HOSANNA, HOSANNA EN EL CIELO.
HOSANNA, HOSANNA, HOSANNA EN EL CIELO.

PLEGARIA EUCARÍSTICA I
O CANON ROMANO

El sacerdote dice:
Padre misericordioso, te pedimos humildemente, por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que aceptes 
Traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
y bendigas  estos dones, este sacrificio santo y puro que te ofrecemos, 
Con las manos extendidas, prosigue: 
ante todo, por tu Iglesia santa y católica, para que le concedas la paz, la protejas, la congregues en la unidad y la gobiernes en el mundo entero, con tu servidor el Papa Clemente, con nuestro Arzobispo, conmigo indigno siervo tuyo, y todos los demás Obispos que, fieles a la verdad, promueven la fe católica y apostólica.

Conmemoración de los vivos
1C: Acuérdate, Señor, de tus hijos [N. y N.] 
Junta las manos y ora unos momentos por quienes tiene la intención de orar. 
Después, con las manos extendida, prosigue: 
y de todos los aquí reunidos, cuya fe y entrega bien conoces; por ellos y todos los suyos, por el perdón de sus pecados y la salvación que esperan, te ofrecemos, y ellos mismos te ofrecen, este sacrificio de alabanza, a tí, eterno Dios, vivo y verdadero.

Conmemoración de los Santos
2C: Reunidos en comunión con toda la Iglesia, veneramos la memoria, ante todo, de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor; la de su esposo, san José; la de los santos apóstoles y mártires Pedro y Pablo, Andrés, [Santiago y Juan, Tomás, Santiago, Felipe, Bartolomé, Mateo, Simón y Tadeo; Lino, Cleto, Clemente, Sixto, Comelio, Cipriano, Lorenzo, Crisógono, Juan y Pablo, Cosme y Damián] y la de todos los santos; por sus méritos y oraciones concédenos en todo tu protección. 
[Por Cristo, nuestro Señor. Amén.]

Con las manos extendidas, prosigue:
Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa; que te presentamos en el día mismo en que nuestro Señor Jesucristo encomendo a sus discípulos la celebración del sacramento de su cuerpo y de su sangre, ordena en tu paz nuestros días, líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus elegidos.

Extendiendo las mano sobre las ofrendas, dice: 
Bendice y santifica esta ofrenda, Padre, haciéndola perfecta, espiritual y digna de ti: que se convierta para nosotros en el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo amado, Jesucristo, nuestro Señor. 

Junta las manos.

En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de pronunciarse claramente y con precisión, como lo requiere la naturaleza de las mismas palabras.
El cual, hoy, la víspera de padecer por nuestra salvación y la de todos los hombres,
Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan en sus santas y venerables manos,
Eleva los ojos.
y elevando los ojos al cielo, hacia ti, Dios Padre suyo todopoderoso, dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos.

Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora, haciendo
genuflexión.

Después prosigue:
Del mismo modo, acabada la cena,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, dice:
tomó este cáliz glorioso en sus santas y venerables manos, dando gracias te bendijo, y lo dio a sus discípulos.

Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo genuflexión.

Luego dice: 
Éste es el Sacramento de nuestra fe.
℟. Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!

Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice: 
Por eso, Padre, nosotros, tus siervos, y todo tu pueblo santo, al celebrar este memorial de la muerte gloriosa de Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, de su santa resurrección del lugar de los muertos y de su admirable ascensión a los cielos, te ofrecemos, Dios de gloría y majestad, de los mismos bienes que nos has dado, el sacrificio puro, inmaculado y santo: pan de vida eterna y cáliz de eterna salvación. 

Mira con ojos de bondad esta ofrenda y acéptala, como aceptaste los dones del justo Abel el sacrificio de Abraham, nuestro padre en la fe, y la oblación pura de tu sumo sacerdote Melquísedec.

Inclinado, con las manos juntas, prosigue: 
Te pedimos humildemente, Dios todopoderoso, que esta ofrenda sea llevada a tu presencia, hasta el altar del cielo, por manos de tu Angel, para que cuantos recibimos el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, al participar aquí de este altar, 
Se endereza y se signa, diciendo: 
seamos colmados de gracia y bendición. 
junta las manos. 
[Por Cristo, nuestro Señor. Amén.]  

Conmemoración de los difuntos
Con las manos extendidas, dice: 
3C: Acuérdate también, Señor, de tus hijos [N. y N.], que nos han precedido con el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz. 
Junta las manos y ora unos momentos por los difuntos por quienes tiene intención de orar.
Después, con las manos extendidas, prosigue: 
A ellos, Señor, y a cuantos descansan en Cristo, concédeles el lugar del consuelo, de la luz y de la paz. 
Junta las manos. 
[Por Cristo, nuestro Señor. Amén.]

Con la mano derecha se golpea el pecho, diciendo: 
4C: Y a nosotros, pecadores, siervos tuyos, 
Con las manos extendidas, prosigue: 
que confiamos en tu infinita misericordia, admítenos en la asamblea de los santos apóstoles y mártires Juan el Bautista, Esteban, Matías y Bernabé, [Ignacio, Alejandro, Marcelino y Pedro, Felicidad y Perpetua, Águeda, Lucía, Inés, Cecilia, Anastasia,] y de todos los santos; y acéptanos en su compañía, no por nuestros méritos, sino conforme a tu bondad. 
Junta las manos. 
Por Cristo, Señor nuestro.

Y continúa: 
Por quien sigues creando todos los bienes, los santificas, los llenas de vida, los bendices y los repartes entre nosotros.  
 
Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice:
Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
℟. Amén.

RITO DE COMUNIÓN

Una vez depositados el cáliz y la patena sobre el altar, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado; digamos con fe y esperanza:

Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Solo el sacerdote, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
℟. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.  

Solo el sacerdote, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: «La paz les dejo, mi paz les doy», no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. 
Junta las manos. 
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
℟. Amén. 

El sacerdote, vuelto hacia el pueblo, extendiendo y juntando las manos, dice: 
La paz del Señor esté siempre con ustedes.
℟. Y con tu espíritu. 

Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade: 
En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su cruz, dense la paz como signo de reconciliación.

CORDERO DE DIOS
(Misa melódica)

CORDERO DE DIOS QUE QUITAS, EL PECADO DEL MUNDO,
TEN PIEDAD DE NOSOTROS,
TEN PIEDAD DE NOSOTROS.

CORDERO DE DIOS QUE QUITAS, EL PECADO DEL MUNDO,
TEN PIEDAD DE NOSOTROS,
TEN PIEDAD DE NOSOTROS.

CORDERO DE DIOS QUE QUITAS, EL PECADO DEL MUNDO,
DANOS LA PAZ, DANOS LA PAZ, 
DANOS DANOS, DANOS LA PAZ,
DANOS DANOS, DANOS LA PAZ.

El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la patena o sobre el cáliz, de cara al pueblo, dice con voz clara:
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
℟. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.

CANTO DE COMUNIÓN
(Misión)

Qué hermosos en los montes /y en las colinas/: 
los pies del mensajero /que va de prisa/. 
Lleva dentro la tienda para su abrigo, 
el secreto del Reino y la faz de Cristo.

Donde quieras que vayas /estoy contigo/. 
Levántate, no temas, /que yo te envío/. 

Yo no tengo palabras, /yo soy un niño/. 
Tu verdad me hace libre /pero no atino/ 
a decir tus secretos ni tus caminos, 
ni a revelar tu rostro mientras te sigo. 

Donde quieras que vayas /estoy contigo/. 
Levántate, no temas, /que yo te envío/. 

Tú pusiste en mis manos /grano y vacío/, 
herramienta y fatiga, /pan y vasija/.
Tú pusiste la lluvia y el sol fecundo
y la cuenta infinita de tus gavillas.

Donde quieras que vayas /estoy contigo/. 
Levántate, no temas, /que yo te envío/. 

Siempre estoy comenzando /nueva tarea/, 
porque Tú me acompañas y /Tú me guías/,
porque Tú me lo mandas para que sea 
un grano de palabra de vida eterna.

Donde quieras que vayas /estoy contigo/. 
Levántate, no temas, /que yo te envío/.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Luego, de pie en el altar o en la sede, el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, con las manos juntas, dice:
Oremos.
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la Comunión:
Concédenos, Dios todopoderoso, que así como somos alimentados en esta vida con la Cena pascual de tu Hijo, así también merezcamos ser saciados en el banquete eterno. Por Jesucristo, nuestro Señor.

El pueblo responde:
Amén.

TRASLADO DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO

Dicha la oración después de la comunión, el sacerdote, de pie, pone incienso en el incensario, y de rodillas inciensa tres veces el Santísimo Sacramento. Después, poniéndose el paño de hombros de color blanco, se levanta, toma en sus manos la píxide y la cubre con el extremo del humeral.

Se organiza la procesión, en la que, en medio de cirios e incienso, se lleva el Santísimo Sacramento por la iglesia hasta el lugar de la reserva, preparada en alguna parte de la iglesia o en alguna capilla convenientemente ornamentada. Va delante un ministro laico con la cruz, en medio de otros dos con cirios encendidos. Le siguen otros llevando velas encendidas. Delante del sacerdote que lleva el Santísimo Sacramento va el turiferario con el incensario humeante. Mientras tanto, se canta el himno Pange, lingua, en castellano: Que la lengua humana (excepto las dos últimas estrofas), u otro canto eucarístico.

39. Cuando la procesión ha llegado al lugar de la reserva, el sacerdote, con la ayuda del diácono
si es necesario, deposita la píxide en el tabernáculo dejando la puerta abierta. A continuación,
después de poner incienso, de rodillas, inciensa al Santísimo Sacramento, mientras se canta
el Tantum ergo, en castellano: Adorad postrados, u otro canto eucarístico. Después, el diácono
o el mismo sacerdote, cierra la puerta del sagrario.

Oportunamente se despoja el altar y se quitan, si es posible, las cruces de la iglesia. Si quedan algunas cruces en la iglesia, conviene que se cubran con un velo.

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