Libreto Litúrgico | Toma de Posesión del 2do Arzobispo de Guadalajara
Señor Jesucristo, que fundó su Iglesia sobre el fundamento de los apóstoles y quiso que en cada comunidad no faltara nunca el cuidado de un pastor, sigue suscitando, por medio del Espíritu Santo, hombres entregados para guiar a su pueblo con sabiduría y caridad.
Considerando con solicitud pastoral las necesidades de la noble y fecunda Iglesia de Guadalajara, después de haber escuchado el parecer de quienes tienen competencia en la materia y confiando en la gracia divina que no abandona su obra, hemos decidido nombrar a nuestro venerable hermano, Mons. Sergio Gómez, como nuevo Arzobispo Metropolitano de Guadalajara, confiándole esta misión con todos los derechos, deberes y responsabilidades que le corresponden según el Derecho Canónico.
Confiamos que, fortalecido por la fe, la esperanza y la caridad, sabrá guiar con prudencia apostólica al rebaño que ahora se le encomienda, siendo signo de unidad, defensor de la verdad, promotor de la paz, cercano a los pobres y testigo fiel del Evangelio de Cristo.
Invocamos sobre él la intercesión de la Santísima Virgen de Zapopan, Madre y Protectora de Guadalajara, para que acompañe su ministerio con ternura maternal.
Dado en Roma, junto a San Pedro, a los tres días del mes de mayo, durante la fiesta de Santos Felipe y Santiago, Apóstoles, en el Año Santo del Jubileo de 2025 - Peregrinos de Esperanza, en el segundo año de nuestro Pontificado.
ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!
ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!
ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!
ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!
℣.: Padre, dame tu bendición.
Pres.: El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies dignamente su Evangelio; en el nombre del Padre, y del Hijo ✠ y del Espíritu Santo.
℣.: Amén.
Pero si no está presente el diácono, el sacerdote, inclinado ante el altar, dice en secreto:
Después el diácono (o el sacerdote) va al ambón, y dice:
℣.: El Señor esté con ustedes.
✠ Lectura del santo Evangelio según san Juan.
℟.: Gloria a ti, Señor.
Luego el diácono o el sacerdote, si procede, inciensa el libro y proclama el Evangelio.
℣.: En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas. En cambio, el asalariado, el que no es el pastor ni el dueño de las ovejas, cuando ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; el lobo se arroja sobre ellas y las dispersa, porque a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor, porque conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre. Yo doy la vida por mis ovejas. Tengo además otras ovejas que no son de este redil y es necesario que las traiga también a ellas; escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor. El Padre me ama porque doy mi vida para volverla a tomar. Nadie me la quita; yo la doy porque quiero. Tengo poder para darla y lo tengo también para volverla a tomar. Este es el mandato que he recibido de mi Padre.
℟.: Escúchanos, Padre de amor.
1. Por el Papa, los obispos, sacerdotes y cuantos predican tu Palabra para que sean fieles a Cristo el único libertador del hombre. Oremos. ℟.
2. Por nuestro Arzobispo, Sergio Gómez para que a ejemplo de Jesucristo, el Buen Pastor, y con la fuerza del Espíritu Santo ejerza el ministerio episcopal que es oficio de amor, como sucesor de los Apóstoles, en comunión con el Papa y con el Episcopado universal, apacentando a esta Iglesia de Dios que peregrina en Guadalajara. Roguemos al Señor. ℟.
3. Por las familias divididas, para que, a la luz de la Palabra de Dios, con la ayuda y la comprensión de los hermanos, puedan descubrir el sentido cristiano de la vida y nunca duden de la misericordia del Padre. Oremos. ℟.
4. Por aquellos que viven lejos de Dios, para que descubran en Él se cumplen todas las esperanzas del hombre. Oremos. ℟.
Pres.: Señor, acoge estas plegarias y también aquellas que llevamos cada uno de nosotros en nuestro corazón. Por Jesucristo nuestro Señor.
℟.: Amén.
Terminado lo anterior, comienza el canto para el ofertorio. Mientras tanto, los ministros colocan sobre el altar el corporal, el purificador, el cáliz, la palia y el misal.
Luego el sacerdote dice la oración sobre las ofrendas:
Pres.: Dios y Padre providente, confirma los dones que por tu gracia me has concedido y, por estas ofrendas, une al pueblo y al sacerdote en un solo corazón, para que no le falte al pastor la obediencia de su rebaño ni a los fieles la generosa solicitud de su pastor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Pres.: En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
El sacerdote dice:
Pres.: SANTO eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso.
Pres.: Por eso, Padre, te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera que se conviertan en Cuerpo ✠ y Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que nos mandó celebrar estos misterios.
El relato de la institución de la Eucaristía debe darse de forma clara y audible, como lo exige su naturaleza.
Pres.: Porque el mismo, la noche en que iba a ser entregado,
tomó pan, y dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos.
Muestra al pueblo la hostia consagrada, la coloca en la patena y hace una genuflexión en adoración.
El sacerdote prosigue:
Pres.: Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz,
y, dándote gracias de nuevo, lo pasó a sus discípulos.
Muestra el cáliz al pueblo, la coloca sobre su cuerpo y hace una genuflexión en adoración.
El sacerdote prosigue:
Pres.: Éste es el Misterio de la fe, Cristo nos redimió.
℟.: Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
Pres.: Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su admirable resurrección, y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, y reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.
1C: Que él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos: con Maria, la Virgen, Madre de Dios, los apóstoles y los mártires, [san N.: santo del día o patrono] y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener siempre tu ayuda.
2C: Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu servidor, el Papa N., a nuestro Obispo N., al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti.
Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el mundo.
Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice:
Pres.: Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
℟.: Amén.
Una vez que ha dejado el cáliz y la patena, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Pres.: El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado; digamos con fe y esperanza:
℟.: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal
El sacerdote prosigue él solo:
Pres.: Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
℟.: Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
Después el sacerdote dice en voz alta:
Pres.: Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz les dejo, mi paz les doy", no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
℟.: Amén.
El sacerdote añade:
Pres.: La paz del Señor esté siempre con ustedes
℟.: Y con tu espíritu.
Luego, el sacerdote parte el pan consagrado sobre la patena y coloca un trozo en el cáliz, orando en silencio.
Pres.: Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
℟.: Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
Después de comulgar, el sacerdote se acerca a los que quieren comulgar y les presenta el pan consagrado, diciendo a cada uno de ellos:
℣.: El Cuerpo de Cristo.
℟.: Amén.
Si se comulga bajo las dos especies, se observa el rito descrito en el misal de altar. Cuando el sacerdote comulga el Cuerpo de Cristo, comienza el canto de comunión.
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se haya hecho antes.
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la comunión.
Pres.: Oremos.
Dios todopoderoso y eterno, origen y plenitud de todas las virtudes, concédeme, por la participación en este misterio, la gracia de hacer el bien y predicar la verdad, para que, de palabra y de obra, enseñe a los fieles el valor de tu gracia. Por Jesucristo nuestro Señor.
La alegría del Señor sea nuestra fuerza, podemos ir en paz.
℟. Demos gracias a Dios.
Publicar un comentario
0 Comentarios