Libreto Litúrgico | Celebración de la Pasión del Señor
LIBRETO LITÚRGICO
CELEBRACIÓN DE LA PASIÓN DEL SEÑOR
PRESIDE M. LTRE. CANGO.
JARED DELGADO
CANÓNIGO DE LA BASÍLICA DEL SEÑOR ORIGINAL
CATEDRAL BASÍLICA METROPOLITANA DE LA ASUNCIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA
XVIII.IV.MMXXV
Según una antiquísima tradición, la Iglesia no celebra ningún sacramento ni en este día ni en el siguiente, excepto el de la Penitencia y Unción de enfermos.
En este día la sagrada comunión se distribuye a los fieles únicamente dentro de la celebración de la Pasión del Señor; a los enfermos, que no pueden participar en dicha celebración, se les puede llevar a cualquier hora del día.
El altar debe estar desnudo por completo: sin cruz, sin candeleros, ni manteles.
RITOS INICIALES
ENTRADA
Después del mediodía, cerca de las tres, a no ser que por razón pastoral se elija una hora más tardía, tiene lugar la celebración de la Pasión del Señor, que consta de tres partes: liturgia de la Palabra, adoración de la Cruz y sagrada comunión.
El sacerdote, y el diácono si lo hay, revestidos de color rojo como para la misa, se dirigen en silencio al altar, y, hecha la reverencia al mismo, se postran rostro en tierra o, si se juzga mejor, se arrodillan, y oran en silencio durante algún espacio de tiempo. Todos los demás se postran de rodillas.
Después el sacerdote, con los ministros, se dirige a la sede, donde, vuelto hacia el pueblo, que está de pie, con las manos juntas, dice una de las siguientes oraciones sin decir la invitación Oremos.
ORACIÓN
Señor Dios, que por la Pasión de nuestro Señor Jesucristo nos libraste de la muerte heredada del antiguo pecado, concédenos asemejarnos a tu Hijo, y haz que, así como naturalmente llevamos en nosotros la imagen del hombre terreno, por la gracia de la santificación, llevemos también la imagen del hombre celestial. Por Jesucristo, nuestro Señor.
El pueblo aclama:
Amén.
PRIMERA PARTE
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
(Is 52, 13-53, 12)
Él fue traspasado por nuestras rebeliones
Lectura del libro del profeta Isaías:
He aquí que mi siervo prosperará, será engrandecido y exaltado, será puesto en alto. Muchos se horrorizaron al verlo, porque estaba desfigurado su semblante, que no tenía
ya aspecto de hombre; pero muchos pueblos se llenaron de asombro. Ante él los reyes cerrarán la boca, porque verán lo que nunca se les había contado y comprenderán lo que nunca se habían imaginado. ¿Quién habrá de creer lo que hemos anunciado? ¿A quién se le revelará el poder del Señor? Creció en su presencia como planta débil, como
una raíz en el desierto. No tenía gracia ni belleza. No vimos en él ningún aspecto atrayente; despreciado y rechazado por los hombres, varón de dolores, habituado al sufrimiento; como uno del cual se aparta la mirada, despreciado y desestimado.
Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo tuvimos por leproso, herido por Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Él soportó el castigo que nos trae la paz. Por sus llagas hemos sido
curados.
Todos andábamos errantes como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Cuando lo maltrataban, se humillaba y no abría la boca, como un cordero llevado a degollar; como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca.
Inicuamente y contra toda justicia se lo llevaron. ¿Quién se preocupó de su suerte? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, lo hirieron de muerte por los pecados de mi pueblo, le dieron sepultura con los malhechores a la hora de su muerte, aunque no había cometido crímenes, ni hubo engaño en su boca. El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento. Cuando entregue su vida como expiación, verá a sus descendientes, prolongará sus años y por medio de él prosperarán los designios del Señor. Por las fatigas de su alma, verá la luz y se saciará; con sus sufrimientos justificará mi
siervo a muchos, cargando con los crímenes de ellos. Por eso le daré una parte entre los grandes, y con los fuertes repartirá despojos, ya que indefenso se entregó a la muerte y fue contado entre los malhechores, cuando tomó sobre sí las culpas de todos e intercedió por los pecadores.
Palabra de Dios
℟. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSARIAL
(Sal 30)
℟. Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
A ti, Señor, me acojo,
que no quede yo nunca defraudado.
En tus manos encomiendo mi espíritu
y tú, mi Dios leal, me libraráS. ℟.
Se burlan de mí mis enemigos,
mis vecinos y parientes de mí se espantan,
los que me ven pasar huyen de mí.
Estoy en el olvido, como un muerto,
como un objeto tirado en la basura. ℟.
Pero yo, Señor, en ti confío.
Tú eres mi Dios, y en tus manos está mi destino.
Líbrame de los enemigos que me persiguen. ℟.
Vuelve, Señor, tus ojos a tu siervo
y sálvame, por tu misericordia.
Sean fuertes y valientes de corazón,
ustedes, los que esperan en el Señor. ℟.
SEGUNDA LECTURA
(Heb 4, 14-16; 5, 7-9)
Aprendió a obedecer; y se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación
Lectura de la carta a los Hebreos:
Hermanos: Jesús, el Hijo de Dios, es nuestro sumo sacerdote, que ha entrado en el cielo. Mantengamos firme la profesión de nuestra fe. En efecto, no tenemos un sumo sacerdote que no sea capaz de compadecerse de nuestros sufrimientos, puesto que él mismo ha pasado por las mismas pruebas que nosotros, excepto el pecado.
Acerquémonos, por tanto, con plena confianza al trono de la gracia, para recibir misericordia, hallar la gracia y obtener ayuda en el momento oportuno.
Precisamente por eso, Cristo, durante su vida mortal, ofreció oraciones y súplicas, con fuertes voces y lágrimas, a aquel que podía librarlo de la muerte, y fue escuchado por su piedad. A pesar de que era el Hijo, aprendió a obedecer padeciendo, y llegado a su perfección, se convirtió en la causa de la salvación eterna para todos los que lo
obedecen.
Palabra de Dios
℟. Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN ANTES
DEL EVANGELIO
℟. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Cristo se humilló por nosotros y por obediencia aceptó incluso lamuerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre.
℟. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Para la lectura de la historia de la Pasión del Señor no se llevan cirios ni incienso, ni se hace al principio la salutación habitual, ni se signa el libro. Esta lectura la proclama el diácono o, en su defecto, el mismo celebrante. Pero puede también ser proclamada por lectores laicos, reservando, si es posible, al sacerdote la parte correspondiente a Cristo.
Si los lectores de la Pasión son diáconos, antes del canto de la Pasión piden la bendición al celebrante, como en otras ocasiones antes del Evangelio; pero si los lectores no son diáconos se omite esta bendición.
EVANGELIO
(Jn 18, 1-19, 42)
Pasión de nuestro Señor Jesucristo
✠ Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Cronista:
En aquel tiempo, Jesús fue con sus discípulos al otro lado del
torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y
sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio,
porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos.
Entonces Judas tomó un batallón de soldados y guardias de los sumos
sacerdotes y de los fariseos y entró en el huerto con linternas,
antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que iba a suceder, se
adelantó y les dijo:
† "¿A quién buscan?"
C. Le contestaron: "
S. A Jesús, el nazareno".
C. Les dijo Jesús:
† "Yo soy".
C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles 'Yo soy',
retrocedieron y cayeron a tierra. Jesús les volvió a preguntar:
† "¿A quién buscan?"
C. Ellos dijeron:
S. "A Jesús, el nazareno".
C. Jesús contestó:
† "Les he dicho que soy yo. Si me buscan a mí, dejen que éstos se
vayan".
C. Así se cumplió lo que Jesús había dicho: "No he perdido a ninguno
de los que me diste". Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió a
un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
†"Mete la espada en la vaina. ¿No voy a beber el cáliz que me ha dado
mi Padre?"
C. El batallón, su comandante y los criados de los judíos apresaron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año. Caifás era el que había dado a los judíos este consejo: 'Conviene que muera un solo hombre por el pueblo'. Simón Pedro y otro discípulo iban siguiendo a Jesús. Este
discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló con la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro:
S. “¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?"
C. Él dijo:
S. "No lo soy".
C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque
hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie,
calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de
su doctrina. Jesús le contestó:
† "Yo he hablado abiertamente al mundo y he enseñado
continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos
los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a
mí? Interroga a los que me han oído, sobre lo que les he hablado. Ellos
saben lo que he dicho".
C. Apenas dijo esto, uno de los guardias le dio una bofetada a Jesús,
diciéndole:
S. "¿Así contestas al sumo sacerdote?"
C. Jesús le respondió:
† "Si he faltado al hablar, demuestra en qué he faltado; pero si he
hablado como se debe, ¿por qué me pegas?"
C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, el sumo sacerdote. Simón
Pedro estaba de pie, calentándose, y le dijeron:
S. ¿No eres tú también uno de sus discípulos?"
C. Él lo negó diciendo:
S. "No lo soy".
C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien
Pedro le había cortado la oreja, le dijo: "
S. ¿Qué no te vi yo con él en el huerto?"
C. Pedro volvió a negarlo y en seguida cantó un gallo. Llevaron a Jesús de
casa de Caifás al pretorio. Era muy de mañana y ellos no entraron en el
palacio para no incurrir en impureza y poder así comer la cena de
Pascua. Salió entonces Pilato a donde estaban ellos y les dijo:
S. ¿De qué acusan a este hombre?"
C. Le contestaron:
S. "Si éste no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos traído".
C. Pilato les dijo:
S. "Pues llévenselo y júzguenlo según su ley".
C. Los judíos le respondieron:
S. "No estamos autorizados para dar muerte a nadie".
C. Así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte
iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. "¿Eres tú el rey de los judíos?"
C. Jesús le contestó:
†"¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?"
C. Pilato le respondió:
S. "¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han
entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?"
C. Jesús le contestó:
†"Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo,
mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los
judíos. Pero mi Reino no es de aquí".
C. Pilato le dijo:
S. "¿Conque tú eres rey?"
C. Jesús le contestó:
†"Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de
la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz".
C. Pilato le dijo:
S. "¿Y qué es la verdad?"
C. Dicho esto, salió otra vez a donde estaban los judíos y les dijo:
S. "No encuentro en él ninguna culpa. Entre ustedes es costumbre que
por Pascua ponga en libertad a un preso. ¿Quieren que les suelte al rey
de los judíos?"
C. Pero todos ellos gritaron:
S. "¡No, a ése no! ¡A Barrabás!"
C. (El tal Barrabás era un bandido).
Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Los soldados
trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza, le
echaron encima un manto color púrpura, y acercándose a él, le decían:
S. “Viva el rey de los judíos!",
C. Y le daban de bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. "Aquí lo traigo para que sepan que no encuentro en él ninguna
culpa".
C. Salió, pues, Jesús, llevando la corona de espinas y el manto color
púrpura. Pilato les dijo:
S. "Aquí está el hombre".
C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y sus servidores, gritaron:
S. "¡Crucifícalo, crucifícalo!"
C. Pilato les dijo:
S. "Llévenselo ustedes y crucifíquenlo, porque yo no encuentro culpa
en él".
C. Los judíos le contestaron:
S. "Nosotros tenemos una ley y según esa ley tiene que morir, porque
se ha declarado Hijo de Dios".
C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más, y entrando otra
vez en el pretorio, dijo a Jesús:
S. "¿De dónde eres tú?"
C. Pero Jesús no le respondió. Pilato le dijo entonces:
S. "¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y
autoridad para crucificarte?"
C. Jesús le contestó:
† "No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado
de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor".
C. Desde ese momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos
gritaban:
S. "¡Si sueltas a ése, no eres amigo del César!; porque todo el que
pretende ser rey, es enemigo del César".
C. Al oír estas palabras, Pilato sacó a Jesús y lo sentó en el tribunal, en
el sitio que llaman "el Enlosado" (en hebreo Gábbata). Era el día de la
preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:
S. "Aquí tienen a su rey".
C. Ellos gritaron:
S. "¡Fuera, fuera! ¡Crucifícalo!"
C. Pilato les dijo:
S. "¿A su rey voy a crucificar?"
C. Contestaron los sumos sacerdotes:
S. "No tenemos más rey que el César".
C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús y
él, cargando con la cruz, se dirigió hacia el sitio llamado "la Calavera"
(que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron, y con él a otros
dos, uno de cada lado, y en medio Jesús. Pilato mandó escribir un
letrero y ponerlo encima de la cruz; en él estaba escrito: 'Jesús el
nazareno, el rey de los judíos'. Leyeron el letrero muchos judíos,
porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba escrito
en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos
le dijeron a Pilato:
S. "No escribas: 'El rey de los judíos', sino: 'Este ha dicho: Soy rey de
los judíos’”.
C. Pilato les contestó:
S. "Lo escrito, escrito está".
C. Cuando crucificaron a Jesús, los soldados cogieron su ropa e
hicieron cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica.
Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba a abajo.
Por eso se dijeron:
S. "No la rasguemos, sino echemos suertes para ver a quién le toca".
C. Así se cumplió lo que dice la Escritura: Se repartieron mi ropa y
echaron a suerte mi túnica Y eso hicieron los soldados.
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su
madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y
junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre:
† "Mujer, ahí está tu hijo".
C. Luego dijo al discípulo:
† "Ahí está tu madre".
C. Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él.
Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su
término, para que se cumpliera la Escritura dijo:
† "Tengo sed".
C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Los soldados sujetaron
una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo y se la
acercaron a la boca. Jesús probó el vinagre y dijo:
† "Todo está cumplido",
C. E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Aquí se arrodillan todos y se hace una breve pausa.
C. Entonces, los judíos, como era el día de la preparación de la
Pascua, para que los cuerpos de los ajusticiados no se quedaran en la
cruz el sábado, porque aquel sábado era un día muy solemne, pidieron
a Pilato que les quebraran las piernas y los quitaran de la cruz. Fueron
los soldados, le quebraron las piernas a uno y luego al otro de los que
habían sido crucificados con él. Pero al llegar a Jesús, viendo que ya
había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los
soldados le traspasó el costado con una lanza e inmediatamente salió
sangre y agua.
El que vio da testimonio de esto y su testimonio es verdadero y él
sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió
para que se cumpliera lo que dice la Escritura: No le quebrarán ningún
hueso; y en otro lugar la Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.
Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús,
pero oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que lo dejara llevarse
el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el
cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y
trajo unas cien libras de una mezcla de mirra y áloe.
Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con esos
aromas, según se acostumbra enterrar entre los judíos. Había un huerto
en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo,
donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era
el día de la preparación de la Pascua y el sepulcro estaba cerca, allí
pusieron a Jesús.
Cuando termina el Evangelio, el diácono aclama:
Palabra del Señor.
El pueblo responde:
Gloria a ti, Señor.
Después de la lectura de la Pasión es oportuno hacer una breve homilía. Al final de la misma, el sacerdote puede invitar a los fieles a que permanezcan en oración durante un breve espacio de tiempo.
ORACIÓN UNIVERSAL
La liturgia de la Palabra se concluye con la oración universal, que se hace de este modo: elmdiácono, silo hay, o en su ausencia un ministro laico, en pie y desde el ambón, pronuncia las invitaciones que expresan la intención. Después todos oran en silencio durante un espacio de tiempo, y seguidamente el sacerdote, desde la sede o, si parece más oportuno, desde el altar, con las manos extendidas, dice la oración. Los fieles pueden permanecer de rodillas o de pie durante todo el tiempo de las oraciones.
Antes de la oración del sacerdote se pueden emplear, según la tradición, las invitaciones del diácono: Pongámonos de rodillas y: Pueden levantarse, con un espacio de oración en silencio que todos hacen arrodillados.
En una grave necesidad pública, el obispo diocesano puede permitir o mandar que se añada alguna intención especial.
I. POR LA SANTA IGLESIA
La oración se canta en tono simple o, si se usan las invitaciones Pongámonos de
rodillas – Pueden levantarse, en tono solemne.
Oremos, queridos hermanos, por la santa Iglesia de Dios, para que nuestro Dios y Señor le conceda la paz y la unidad, se digne protegerla en toda la tierra, y nos conceda glorificarlo, como Dios Padre omnipotente, con una vida pacífica y serena.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, que en Cristo revelaste tu gloria a todas las naciones,
conserva la obra de tu misericordia, para que tu Iglesia, extendida por toda la tierra,
persevere con fe inquebrantable en la confesión de tu nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟. Amén.
II. POR EL PAPA
Oremos también por nuestro santo padre, el Papa N., para que Dios nuestro Señor, que lo escogió para el orden de los obispos, lo conserve a salvo y sin daño para bien de su santa Iglesia, a fin de que pueda gobernar al pueblo santo de Dios.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, cuya sabiduría gobierna el universo, atiende favorablemente nuestras súplicas y protege con tu amor al Papa que nos diste, para que el pueblo cristiano, que tú mismo pastoreas, progrese bajo su cuidado en la firmeza de su fe. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟. Amén.
III. POR TODOS LOS MINISTROS Y POR LOS FIELES
Oremos también por nuestro obispo N. por todos los obispos, presbíteros y diáconos de la Iglesia, y por todo el pueblo santo de Dios.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, que con tu Espíritu santificas y gobiernas a toda la Iglesia
escucha nuestras súplicas por tus ministros, para que, con la ayuda de tu gracia, te sirvan con fidelidad. Por Jesucristo nuestro Señor.
℟. Amén.
IV. POR LOS CATECÚMENOS
Oremos también por los (nuestros) catecúmenos, para que Dios nuestro Señor abra los oídos de sus corazones y les manifieste su misericordia, y para que mediante el bautismo, se les perdonen todos sus pecados y queden incorporados a Cristo, Señor nuestro.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, que sin cesar concedes nuevos hijos a tu Iglesia, acrecienta la fe y el conocimiento a los (nuestros) catecúmenos, para que, renacidos en la fuente bautismal, los cuentes entre tus hijos de adopción. Por Jesucristo nuestro Señor.
℟. Amén.
V. POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS
Oremos también por todos los hermanos que creen en Cristo, para que Dios nuestro Señor se digne congregar y custodiar en la única Iglesia a quienes procuran vivir en la verdad.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, que reúnes a los que están dispersos y los mantienes en la
unidad, mira benignamente la grey de tu Hijo, para que, a cuantos están consagrados por el único bautismo, también los una la integridad de la fe y los asocie el vínculo de la caridad Por Jesucristo nuestro Señor.
℟. Amén.
VI. POR LOS JUDÍOS
Oremos también por los judíos, para que a quienes Dios nuestros Señor habló primero
les conceda progresar continuamente en el amor de su nombre y en la fidelidad a su alianza.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, que confiaste tus promesas a Abraham y a su descendencia, escucha compasivo los ruegos de tu Iglesia, para que el pueblo que adquiriste primero como tuyo, merezca llegar a la plenitud de la redención.
Por Jesucristo nuestro Señor.
℟. Amén.
VII. POR LOS QUE NO CREEN EN CRISTO
Oremos también por los que no creen en Cristo, para que, iluminados por el Espíritu Santo, puedan ellos encontrar el camino de la salvación.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, concede a quienes no creen en Cristo que, caminando en tu presencia con sinceridad de corazón, encuentren la verdad; y a nosotros concédenos crecer en el amor mutuo y en el deseo de comprender mejor los misterios de tu vida,
a fin de que seamos testigos cada vez más auténticos de tu amor en el mundo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
℟. Amén.
VIII. POR LOS QUE NO CREEN EN DIOS
Oremos también por los que no conocen a Dios, para que, buscando con sinceridad lo que es recto, merezcan llegar a él.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, que creaste a todos los hombres para que deseándote te busquen y para que al encontrarte descansen en ti, concédenos que, en medio de sus dificultades de este mundo, al ver los signos de tu amor y el testimonio de las buenas obras de los creyentes, todos los hombres se alegren al confesarte como único Dios verdadero y Padre de todos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟. Amén.
IX. POR LOS GOBERNANTES
Oremos también por los gobernantes de las naciones, para que Dios nuestro Señor guíe sus mentes y corazones, según su voluntad providente, hacia la paz verdadera y la libertad de todos.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, en cuyas manos están los corazones de los hombres
y los derechos de las naciones, mira con bondad a nuestros gobernantes, para que, con tu ayuda, se afiance en toda la tierra un auténtico progreso social, una paz duradera, y una verdadera libertad religiosa. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟. Amén.
X. POR LOS ATRIBULADOS
Oremos, hermanos muy queridos, a Dios Padre todopoderoso, para que libre al mundo de todos sus errores, aleje las enfermedades, alimente a los que tienen hambre, libere a los encarcelados y haga justicia a los oprimidos, conceda seguridad a los que viajan,
un buen retorno a los que se hallan lejos del hogar, la salud a los enfermos y la salvación a los moribundos.
Oración en silencio. Prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, consuelo de los afligidos y fortaleza de los que sufren,
escucha a los que te invocan en su tribulación, para que todos experimentes en sus necesidades la ayuda de tu misericordia.Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟. Amén.
SEGUNDA PARTE
ADORACIÓN DE LA SANTA CRUZ
Acabada la oración universal, tiene lugar la solemne adoración de la santa Cruz. De las dos formas que se proponen a continuación para mostrar la cruz, elíjase la que se juzgue más apropiada, según las exigencias pastorales.
MOSTRACIÓN DE LA SANTA CRUZ
El diácono, u otro ministro idóneo, acompañado de otros ministros, va a la sacristía y, de allí, trae la Cruz procesionalmente por la iglesia, cubierta con un velo morado, hasta el centro del presbiterio, acompañándole dos ministros con velas encendidas.
El sacerdote, de pie ante el altar, de cara al pueblo, toma la cruz, descubre un poco su parte superior y la eleva, comenzando la invitación: Miren el árbol de la cruz acompañándole en el canto el diácono o, si es necesario, la «schola». Todos responden: Vengan y adoremos, y acabado el canto se arrodillan y adoran en silencio, durante unos momentos, la cruz, que el sacerdote, de pie, mantiene en alto.
Seguidamente el sacerdote descubre el brazo derecho de la cruz, y de nuevo, elevándola, canta la invitación: Miren el árbol, y se hace todo lo restante como la primera vez.
Finalmente descubre totalmente la cruz y, elevándola, canta por tercera vez la
invitación: Miren el árbol, y se hace todo lo restante como la primera vez.
ADORACIÓN DE LA SANTA CRUZ
Seguidamente, acompañado por dos ministros con velas encendidas, lleva la cruz al comienzo del presbiterio o a otro lugar apto, y allí la deja o la entrega a los ministros para que la sostengan, una vez dejadas las velas a ambos lados de la cruz.
Para la adoración de la cruz, primero se acerca solo el sacerdote celebrante que, silo juzga conveniente, puede quitarse la casulla y los zapatos. A continuación, el clero, los ministros laicos y los fieles se acercan procesionalmente y adoran la cruz mediante una genuflexión simple o con algún otro signo de veneración (por ejemplo, besándola), según las costumbres de cada lugar.
Para la adoración sólo debe exponerse una cruz. Si por el gran número de asistentes resulta difícil que cada uno de los fieles adore individualmente la santa cruz, el sacerdote, después que una parte de los fieles haya hecho la adoración, toma la cruz y, de pie ante el altar, invita al pueblo con una breve monición a que adore la santa cruz. Luego la levanta en alto durante unos momentos y los fieles la adoran en silencio.
Mientras tanto, se canta la antífona Tu Cruz adoramos, los Improperios, el himno Oh, cruz fiel, u otros cánticos apropiados. Los que ya han adorado la cruz, regresan a sus lugares y se sientan.
Antífona. Cf. Sal 66, 2
Tu cruz adoramos, Señor,
y tu santa resurrección alabamos y glorificamos.
Por el madero ha venido la alegría
al mundo entero.
Que Dios tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros y tenga piedad.
Y se repite la antífona: Tu cruz adoramos.
Himno
Todos:
¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!
Cantores:
Cantemos la nobleza de esta guerra,
el triunfo de la sangre y del madero,
y un Redentor, que en trance de Cordero,
sacrificado en cruz, salvó la tierra.
Todos:
¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
Cantores:
Dolido mi Señor por el fracaso
de Adán, que mordió muerte en la manzana,
otro árbol señaló, de flor humana,
que reparase el daño paso a paso.
Todos:
¡Dulces clavos!¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!
Cantores:
Y así dijo el Señor: ¡Vuelva la Vida
y que Amor redima la condena!
La gracia está en el fondo de la pena
y la salud naciendo de la herida.
Todos:
¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
Cantores:
¡Oh plenitud del tiempo consumado!
Del seno de Dios Padre en que vivía,
ved la Palabra entrando por María
en el misterio mismo del pecado.
Todos:
¡Dulces clavos!¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!
Cantores:
¿Quién vio en más estrechez gloria más plena
y a Dios como el menor de los humanos?
Llorando en el pesebre, pies y manos
le faja una doncella nazarena.
Todos:
¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
Cantores:
En plenitud de vida y de sendero,
dio el paso hacia la muerte porque él quiso.
Mirad de par en par el paraíso
abierto por la fuerza de un Cordero.
Todos:
¡Dulces clavos!¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!
Cantores:
Vinagre y sed la boca, apenas gime;
y al golpe de los clavos y lanza,
un mar de sangre fluye, inunda, avanza
por tierra, mar y cielo y los redime.
Todos:
¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
Cantores:
Ablándate, madero, tronco abrupto
de duro corazón y fibra inerte;
doblégate a este peso y esta muerte
que cuelga de tus ramas como un fruto.
Todos:
¡Dulces clavos!¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!
Cantores:
Tú sólo entre los árboles, crecido
para tender a Cristo en tu regazo;
tú el arca que nos salva, tú el abrazo
de Dios con los verdugos del Ungido.
Todos:
¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
Esta conclusión no debe omitirse:
Todos:
Al Dios de los designios de la historia,
que es Padre, Hijo y Espíritu, alabanza;
al que en cruz devuelve la esperanza
de toda salvación, honor y gloria. Amén.
Teniendo en cuenta las condiciones del lugar y las tradiciones del pueblo, según la
oportunidad pastoral, se puede cantar el Stabat Mater, según el Gradual Romano, u otro cantoapropiado en memoria de la compasión de santa María Virgen.
Terminada la adoración, el diácono, u otro ministro, lleva la Cruz a su lugar junto al altar. Las velas encendidas se colocan cerca del altar, sobre el altar o junto a la Cruz.
TERCERA PARTE
SAGRADA COMUNIÓN
Sobre el altar se pone el mantel y sobre el mismo se coloca el corporal y el Misal. Mientras tanto, el diácono, o en su defecto el mismo sacerdote, con el velo humeral, traslada el Santísimo Sacramento desde el lugar de la reserva al altar, por el camino más corto, mientras todos permanecen de pie y en silencio. Dos ministros con velas encendidas acompañan el Santísimo Sacramento y dejan luego las velas cerca del altar o sobre el mismo.
Después que el diácono, si lo hay, ha colocado sobre el altar el Santísimo Sacramento y ha destapado la píxide, el sacerdote se acerca al altar y hace genuflexión.
Después, el sacerdote, con voz clara y teniendo las manos juntas, dice:
Fieles a la recomendación del Salvador, y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:
Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Solo el sacerdote, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
℟. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
A continuación el sacerdote, con las manos juntas, dice en secreto:
Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo no sea para mí un motivo de juicio y condenación, sino que, por tu piedad, me aproveche para defensa de alma y cuerpo y como remedio saludable.
Seguidamente hace genuflexión, toma una partícula, la mantiene un poco elevada sobre la píxide y, dirigiéndose al pueblo, dice con voz clara:
Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y, juntamente con el pueblo, añade una sola vez:
Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
Luego, comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo, diciendo en secreto: El Cuerpo de
Cristo.
Después distribuye la comunión a los fieles. Durante la comunión se puede cantar el salmo 21 u otro canto apropiado.
CANTO DE COMUNIÓN
(Una espiga dorada por el sol)
UNA ESPIGA DORADA POR EL SOL
EL RACIMO QUE CORTA EL VIÑADOR
SE CONVIERTEN, AHORA, EN PAN Y VINO DE AMOR EN EL CUERPO Y LA SANGRE DEL SEÑOR.
COMPARTIMOS LA MISMA COMUNIÓN SOMOS TRIGOS DEL MISMO SEMBRADOR
UN MOLINO, LA VIDA NOS TRITURA CON DOLOR DIOS NOS HACE EUCARISTÍA EN EL AMOR. ℟.
COMO GRANOS QUE HAN HECHO EL MISMO PAN COMO NOTAS QUE TEJEN UN CANTAR COMO GOTAS DE AGUA QUE SE FUNDEN EN EL MAR LOS CRISTIANOS UN CUERPO FORMARÁN. ℟.
EN LA MESA DE DIOS SE SENTARÁN COMO HIJOS SU PAN COMULGARÁN UNA MISMA ESPERANZA CAMINANDO CANTARÁN EN LA VIDA COMO HERMANOS SE AMARÁN. ℟.
Acabada la distribución de la comunión, el diácono u otro ministro idóneo lleva la píxide a algún lugar especialmente preparado fuera de la iglesia, o bien, si lo exigen las circunstancias, lo reserva en el sagrario.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Luego, de pie en el altar o en la sede, el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, con las manos juntas, dice:
Oremos.
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la Comunión:
Dios todopoderoso y eterno, que nos has redimido con la gloriosa muerte y resurrección de tu Hijo Jesucristo, prosigue en nosotros la obra de tu misericordia, para que, mediante nuestra participación en este misterio, permanezcamos dedicados a tu servicio. Por Jesucristo, nuestro Señor
El pueblo responde:
Amén.
RITO DE CONCLUSIÓN
BENDICIÓN SOLEMNE
El celebrante, extendiendo las manos, dice:
El Señor esté con ustedes.
Todos responde:
Y con tu espíritu.
El sacerdote dice:
Envía Señor sobre este pueblo tuyo, que ha conmemorado la muerte de tu Hijo, en espera de su resurrección, la abundancia de tu bendición; llegue a él tu perdón, reciba tu consuelo, se acreciente su fe santa y se consolide su eterna redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Todos responden:
Amén.
Y todos, hecha genuflexión a la cruz, salen en silencio.
Después de la celebración se desnuda el altar, pero dejando sobre él la cruz con dos o cuatro candeleros.
Publicar un comentario
0 Comentarios