Libretos
Libreto Litúrgico | Apertura de la puerta santa y inicio del año Jubilar
APERTURA DE LA PUERTA SANTA
Y INICIO DEL AÑO JUBILAR
PRESIDE SU EMINENCIA
ROBERTO DELGADO
ARZOBISPO METROPOLITANO
CATEDRAL BASÍLICA DE LA ASUNCIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA
VII.I.MMXXV
PEREGRINACIÓN HACIA CATEDRAL
RITOS INICIALES
En el día elegido, a la hora marcada, los fieles se reúnen en una iglesia cercana o en otro lugar apropiado, fuera de la iglesia jubilar hacia la cual se dirigirán. Si la concentración está planeada para después del atardecer, se pueden utilizar antorchas o lámparas encendidas.
Los ministros usan ornamentos de color blanco. El Obispo lleva capa pluvial, que se quitará después de la procesión.
Mientras el Obispo y los ministros llegan a las sedes preparadas para ellos, se puede cantar el Himno del Jubileo u otro canto apropiado.
CANTO DE INICIO
(Que alegría cuando me dijeron)
¡Qué alegría cuando me dijeron
Vamos a la casa del Señor!
Permaneciendo en Jerusalén
En las puertas de la casa de Dios.
Mira, Oh Jerusalén
La ciudad restaurada
Ahí las tribus del Señor
Son una en él Señor. R.
Cómo lo ordeno Israel
Vienen a anunciar su nombre
Ahí donde la justicia
La justicia de David Reina. R.
El obispo, vuelto al pueblo, dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos responden:
℟.: Amén.
A continuación, saluda al pueblo reunido:
Bendito el Padre: que, enviando su Verbo, lo ha hecho signo de esperanza y sacramento de redención para la humanidad.
℟.: Bendito el Señor, nuestra esperanza.
Bendito el Hijo: que, naciendo de la Virgen María, nos ha abierto la puerta de la esperanza a una vida nueva.
℟.: Bendito el Señor, nuestra esperanza.
Bendito el Espíritu Santo: que, manifestado en la Encarnación, nos ha hecho herederos por el Bautismo de la esperanza en la vida eterna.
℟.: Bendito el Señor, nuestra esperanza.
Después el obispo se dirige al pueblo con estas palabras::
Hermanos y hermanas, el Misterio de la Encarnación de nuestro Salvador Jesucristo, conservado en la comunión de amor de la Sagrada Familia de Nazaret, es para nosotros fuente de profunda alegría y de certera esperanza. En comunión con la Iglesia universal, mientras celebramos el amor del Padre manifestado en la carne del Verbo hecho hombre y en el signo de la cruz, ancla de salvación, abrimos solemnemente el Año Jubilar para nuestra Iglesia de Guadalajara.
Este rito es para nosotros el preludio de una rica experiencia de gracia y misericordia, siempre dispuestos a responder a cualquiera que nos pregunte por la esperanza que hay en nosotros, especialmente en estos tiempos de guerra y desorden.
Cristo, nuestra paz y nuestra esperanza, sea nuestro compañero de viaje en este año de gracia y consuelo. El Espíritu Santo, que hoy comienza en nosotros y con nosotros esta obra, la lleve a término hasta el día de Cristo Jesús.
Terminada la exhortación y tras un breve momento de silencio, el Obispo pronuncia la siguiente oración:
Oh Padre, esperanza que no decepciona, principio y fin de todas las cosas, bendice el inicio de nuestra peregrinación tras la cruz gloriosa de tu Hijo en este tiempo de gracia; venda las heridas de los corazones rotos, afloja las cadenas que nos mantienen esclavos del pecado y prisioneros del odio y concede a tu pueblo la alegría del Espíritu para que camine con renovada esperanza hacia la meta deseada, Cristo tu Hijo y nuestro Señor. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
El pueblo responde:
Amén.
EVANGELIO
(Jn 14, 1-7)
A continuación, el diácono proclama el Evangelio:
Crean en Dios y crean también en mí; yo soy el camino y la verdad y la
vida.
℣. El Señor esté con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.
✠ Lectura del Santo Evangelio según san Juan.
℟. Gloria a ti, Señor.
En la última Cena, dijo Jesús a sus discípulos: «No se turbe su corazón, crean en Dios y crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, se lo habría dicho, porque me voy a prepararles un lugar. Cuando vaya y les prepare un lugar, volveré y los llevaré conmigo, para que donde estoy yo estén también ustedes. Y adonde yo voy, ya saben el camino». Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Jesús le responde: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre. Ahora ya lo conocen y lo han visto».
℣. Palabra del Señor.
℟. Gloria a ti, Señor Jesús.
Tras la proclamación del Evangelio, se hace una breve pausa de silencio. A continuación, un lector lee algunos párrafos de la bula de convocación del Jubileo Ordinario, elegidos entre los siguientes:
Bula de Proclamación del Jubileo Ordinario
2. El Jubileo, celebrado cada veinticinco años, es un momento significativo de comunión eclesial y una oportunidad para fortalecer los lazos entre Dios y su pueblo. Pero el Jubileo de 2025 tiene un carácter especial, ya que ocurre en una era profundamente moldeada por la conectividad digital y la presencia predominante de la tecnología en la vida humana. En este contexto, la juventud, como fuerza vibrante y creativa de la Iglesia, está desafiada a asumir su papel como peregrinos de la esperanza también en Internet y en las redes sociales, convirtiéndose en sembradora del mensaje del Evangelio en todos los rincones del mundo digital, incluido aquí en Minecraft, un universo de cubos densamente frecuentado por jóvenes de todas las razas, pueblos y lenguas.
5. Tal transformación pasa por la misión evangelizadora de la juventud en Internet y en Minecraft, que no se caracteriza solo como una estrategia moderna, sino como una respuesta al llamado de Cristo de “ir y hacer discípulos de todas las naciones” (Mt 28,19). Una misión que adquiere nuevas formas y desafíos, exigiendo creatividad, autenticidad y valentía para testimoniar la fe. Es dentro del universo cibernético donde la juventud asume la misión de ser “antena de esperanza”, como nos invita el Papa Francisco. Así como los primeros apóstoles cruzaron mares y desiertos para anunciar la Buena Nueva, hoy todo chico y chica, joven y señorita, puede atravesar las fronteras virtuales en las olas de Internet, llevando el mensaje del Evangelio a todas las partes del mundo.
Al final de la lectura, el obispo pone incienso en el incensario y el diácono inicia la procesión con estas palabras:
Hermanos y hermanas, avancemos en nombre de Cristo: camino que conduce
A continuación comienza la peregrinación a la catedral donde se celebra la misa. Precede el turiferario con el incensario humeante junto con la cruz adornada y los ministros con velas encendidas o antorchas a los lados de la cruz; después el diácono portando el evangeliario, a continuación, el Obispo y, tras él, los presbíteros, los demás ministros y los fieles con, si es el caso, antorchas o lámparas encendidas. Durante la peregrinación, el coro y el pueblo cantan las letanías de los santos.
Hermanos y hermanas, avancemos en nombre de Cristo: camino que conduce
al Padre, verdad que nos hace libres, vida que ha vencido a la muerte.
A continuación comienza la peregrinación a la catedral donde se celebra la misa. Precede el turiferario con el incensario humeante junto con la cruz adornada y los ministros con velas encendidas o antorchas a los lados de la cruz; después el diácono portando el evangeliario, a continuación, el Obispo y, tras él, los presbíteros, los demás ministros y los fieles con, si es el caso, antorchas o lámparas encendidas. Durante la peregrinación, el coro y el pueblo cantan las letanías de los santos.
APERTURA DE LA PUERTA SANTA
Y EXALTACIÓN A LA SANTA CRUZ
Después de que todos hayan llegado y se hayan acomodado, el obispo, con mitra, se acerca a la Puerta Santa y, con las manos unidas, dice:
Esta es la puerta del Señor.
℟.: Por esta puerta entran los justos.
Ábranme las puertas de la Justicia.
℟.: Entraré para dar gracias al Señor.
Entonces el obispo recibe el báculo, golpea tres veces la Puerta Santa, deposita el báculo y la abre. A continuación, recibe nuevamente el báculo y, postrándose de rodillas, reza en silencio durante algunos momentos.
Después, se levanta y concluye:
Por tu gran misericordia entraré en tu casa, Señor. Ábranme las puertas de la Justicia.
℟.: Me postraré en dirección a tu templo santo.
Frente a la puerta abierta, el obispo toma la cruz que fue llevada en procesión (con la ayuda, si es necesario, de algunos ministros), la levanta y, de cara al pueblo, los invita a venerarla con la siguiente aclamación o con otra semejante:
ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!
ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!
ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!
ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!
El Obispo dice en voz baja:
El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies dignamente su Evangelio; en el nombre del Padre, y del Hijo ✠ y del Espíritu Santo.
El diácono hace la señal de la cruz y responde:
y, mientras tanto, hace la señal de la cruz sobre el libro y luego sobre sí mismo, en la frente, la boca y el pecho.
Luego el diácono o el sacerdote, si procede, inciensa el libro y proclama el Evangelio.
Salve, cruz de Cristo, única esperanza.
℟.: En ti, Señor, confié, no me veré defraudado para siempre.
BENDICIÓN Y ASPERSIÓN DEL EL AGUA
A continuación, el Obispo devuelve la cruz y, con los ministros, se dirige a la fuente bautismal, donde preside el rito del recuerdo del Bautismo, mientras los fieles se colocan en la nave frente a la fuente. El Obispo invita a la oración con estas o parecidas palabras:
Todos oran unos instantes en silencio. Después el Obispo, con las manos extendidas, prosigue:
Dios todopoderoso, fuente y origen de la vida del alma y del cuerpo, bendice esta agua, que vamos a usar con fe para implorar el perdón de nuestros pecados y alcanzar la ayuda de tu gracia contra toda enfermedad y asechanza del enemigo. Concédenos, Señor, por tu misericordia, que las aguas vivas siempre broten salvadoras, para que podamos acercarnos a ti con el corazón limpio y evitemos todo peligro de alma y cuerpo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Queridos hermanos y hermanas, invoquemos a Dios, Padre todopoderoso, para que bendiga esta agua, que va a ser derramada sobre nosotros en memoria de nuestro bautismo y pidámosle que nos renueve interiormente.
Dios todopoderoso, fuente y origen de la vida del alma y del cuerpo, bendice esta agua, que vamos a usar con fe para implorar el perdón de nuestros pecados y alcanzar la ayuda de tu gracia contra toda enfermedad y asechanza del enemigo. Concédenos, Señor, por tu misericordia, que las aguas vivas siempre broten salvadoras, para que podamos acercarnos a ti con el corazón limpio y evitemos todo peligro de alma y cuerpo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟.: Amén.
El obispo se rocía a sí mismo, a los concelebrantes, a los ministros y al pueblo, atravesando la nave de la catedral precedido por el evangeliario y la cruz. Mientras tanto, se interpretan las antífonas siguientes u otro himno adecuado:
El obispo se rocía a sí mismo, a los concelebrantes, a los ministros y al pueblo, atravesando la nave de la catedral precedido por el evangeliario y la cruz. Mientras tanto, se interpretan las antífonas siguientes u otro himno adecuado:
CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
Una vez reunido el pueblo, el Obispo se dirige al altar con los ministros durante el canto de entrada.
CANTO DE ENTRADA
(Peregrinos de la Esperanza)
Llama viva para mi esperanza,
que este canto llegue hasta ti,
seno eterno de infinita vida,
me encamino, yo confío en ti.
Toda lengua, pueblos y naciones
hallan luces siempre en tu Palabra.
Hijos, hijas, frágiles, dispersos,
acogidos en tu Hijo amado. ℟.
Dios nos cuida, tierno y paciente
nace el día, un futuro nuevo.
Cielos nuevos y una tierra nueva.
Caen muros gracias al Espíritu. ℟.
Una senda tienes por delante,
paso firme, Dios sale a tu encuentro.
Mira al Hijo que se ha hecho hombre
para todos, él es el camino. ℟.
Volviendo a la cátedra, el Obispo dice:
Que Dios todopoderoso nos purifique del pecado y, por la celebración de
esta Eucaristía, nos haga dignos de participar del banquete de su reino.
℟.: Amén.
GLORIA
(Misa melódica)
GLORIA, GLORIA, GLORIA,
GLORIA A DIOS EN EL CIELO,
Y EN LA TIERRA PAZ A LOS HOMBRES
QUE AMA EL SEÑOR.
TE ALABAMOS, TE BENDECIMOS,
TE ADORAMOS, TE GLORIFICAMOS,
TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR,
POR TU INMENSA GLORIA,
TE DAMOS GRACIAS,
¡SEÑOR! ¡SEÑOR!,
DIOS REY CELESTIAL,
DIOS PADRE TODO PODEROSO. ℟.
SEÑOR, HIJO ÚNICO JESUCRISTO,
SEÑOR, DIOS CORDERO DE DIOS,
HIJO DEL PADRE,
TÚ QUE QUITAS EL PECADO DEL MUNDO,
TEN PIEDAD, TEN PIEDAD DE NOSOTROS,
TÚ QUE QUITAS EL PECADO DEL MUNDO,
ATIENDE A NUESTRAS SÚPLICAS,
ATIENDE A NUESTRAS SÚPLICAS,
TÚ QUE ESTÁS SENTADO A LA DERECHA DEL PADRE,
TEN PIEDAD, TEN PIEDAD DE NOSOTROS.
PORQUE SOLO TÚ ERES SANTO,
SOLO TÚ SEÑOR
SOLO TU ALTÍSIMO, JESUCRISTO.
CON EL ESPÍRITU SANTO,
EN LA GLORIA DE DIOS PADRE. ℟.
AMÉN.
ORACIÓN COLECTA
Terminado el himno, el Obispo, con las manos juntas, dice:
Oremos.
Luego el Obispo, con los brazos abiertos, dice la oración colecta:
Oh Dios,
que has dado al género humano,
por medio de tu Hijo Unigénito,
el remedio de la salvación y el don de la vida eterna,
concede, a cuantos han renacidos en él,
la gracia de querer y hacer cuanto ordenas,
para que el pueblo, convocado a tu reino,
permanezca firme en la fe,
alegre en la esperanza
y eficaz en la caridad.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
Amén.
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
(Is 61, 1-3a.6a.8b-9)
El Señor me ha ungido y me ha enviado para darla buena noticia a los pobres,
y darles un perfume de fiesta.
El lector se dirige al ambón para proclamar la primera lectura, que todos escuchan sentados.
Lectura del libro de Isaías.
El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque el Señor me ha ungido.
Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres,
para curar los corazones desgarrados,
proclamar la amnistía a los cautivos,
y a los prisioneros la libertad;
para proclamar un año de gracia del Señor,
un día de venganza de nuestro Dios,
para consolar a los afligidos,
para dar a los afligidos de Sion
una diadema en lugar de cenizas,
perfume de fiesta en lugar de duelo,
un vestido de alabanza en lugar de un espíritu abatido.
Ustedes se llamarán: «Sacerdotes del Señor»,
dirán de ustedes: «Ministros de nuestro Dios».
Les daré su salario fielmente
y haré con ellos un pacto perpetuo.
Su estirpe será célebre entre las naciones,
y sus vástagos entre los pueblos.
Los que los vean reconocerán
que son la estirpe que bendijo el Señor.
Al final de la lectura, el lector aclama:
Palabra de Dios.
Todos responden:
Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL
(Sal 88)
℟. Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.
Encontré a David, mi siervo,
y lo he ungido con óleo sagrado;
para que mi mano esté siempre con él
y mi brazo lo haga valeroso. ℟.
Mi fidelidad y misericordia lo acompañarán,
por mi nombre crecerá su poder.
Él me invocará: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora». ℟.
SEGUNDA LECTURA
(Rm 5, 5-11)
Dios ha infundido su amor en nuestros corazones.
El lector se dirige al ambón para proclamar la segunda lectura, que todos escuchan sentados.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los romanos:
Hermanos: La esperanza no defrauda
porque Dios ha infundido su amor en nuestros corazones
por medio del Espíritu Santo, que él mismo nos ha dado.
En efecto, cuando todavía no teníamos fuerzas para salir del pecado,
Cristo murió por los pecadores en el tiempo señalado.
Difícilmente habrá alguien que quiera morir por un justo,
aunque puede haber alguno que esté dispuesto a morir
por una persona sumamente buena.
Y la prueba de que Dios nos ama
está en que Cristo murió por nosotros,
cuando aún éramos pecadores.
Con mayor razón, ahora que ya hemos sido justificados por su sangre,
seremos salvados por él del castigo final.
Porque, si cuando éramos enemigos de Dios,
fuimos reconciliados con él por la muerte de su Hijo,
con mucho más razón, estando ya reconciliados,
recibiremos la salvación participando de la vida de su Hijo.
Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios,
por medio de nuestro Señor Jesucristo,
por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.
Al final de la lectura, el lector aclama:
Palabra de Dios.
Todos responden:
Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!
ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!
El Espíritu del Señor está sobre mí.
Me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres.
ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!
ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!
Mientras tanto, el Obispo, cuando se utiliza incienso, lo coloca en el incensario. El diácono, que proclamará el Evangelio, inclinándose profundamente ante el sacerdote, pide en voz baja la bendición:
Padre, dame tu bendición.
Padre, dame tu bendición.
El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies dignamente su Evangelio; en el nombre del Padre, y del Hijo ✠ y del Espíritu Santo.
Amén.
EVANGELIO
(Lc 4, 16-21)
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido.
Después el diácono (o el sacerdote) va al ambón, y dice:
El Señor esté con ustedes.
El Señor esté con ustedes.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
El diácono (o el sacerdote), dice:
✠ Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
✠ Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
El pueblo responde:
Gloria a ti, Señor.
Gloria a ti, Señor.
Luego el diácono o el sacerdote, si procede, inciensa el libro y proclama el Evangelio.
En aquel tiempo,
Jesús fue a Nazaret, donde se había criado.
Entró en la sinagoga, como era su costumbre hacerlo los
sábados,
y se levantó para hacer la lectura.
Se le dio el volumen del profeta Isaías,
lo desenrolló y encontró el pasaje en que estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha ungido
para llevar a los pobres la buena nueva,
para anunciar la liberación a los cautivos
y la curación a los ciegos,
para dar libertad a los oprimidos
y proclamar el año de gracia del Señor».
Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó.
Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga estaban fijos en él.
Entonces comenzó a hablar, diciendo:
“Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que
acaban de oír”.
Cuando termina el Evangelio, el diácono aclama:
Palabra del Señor.
El pueblo responde:
Gloria a ti, Señor.
Luego lleva el libro al Obispo, que lo besa en silencio y bendice al pueblo.
Luego, el Sacerdote hace la homilía
ORACIÓN DE LOS FIELES
El sacerdote invita a los fieles a orar:
El Señor de la vida y de la historia
dé a la humanidad peregrina en el tiempo
el auxilio del Espíritu,
para que descubra los caminos del bien
y llegue a proclamar: “Jesús es el Señor”.
Invoquemos al Padre celestial con firme esperanza.
℟ Padre nuestro, escúchanos.
1. Por la Iglesia, para que en este Año Jubilar sea signo de esperanza y cada uno de sus miembros viva con alegría el anuncio
de la misericordia de Dios. Roguemos al Señor. ℟.
2. Por los gobernantes y dirigentes de las naciones, para que
promuevan la justicia y la paz en sus decisiones, y busquen
el bien común, especialmente de los más necesitados y
vulnerables. Roguemos al Señor. ℟.
3. Por todas las personas que desean vivir con hondura este
Año Santo, para que experimenten un verdadero encuentro
con Cristo que les conduzca a Dios Padre. Roguemos al
Señor. ℟.
4. Por los pobres, los enfermos, los presos y los migrantes, para
que en este Jubileo encuentren consuelo y apoyo en la
comunidad cristiana, y puedan experimentar el amor y la
esperanza que vienen de Dios. Roguemos al Señor. ℟.
5. Por nuestra comunidad parroquial, para que, fortalecida por
este Año Santo, renueve su compromiso de fe, esperanza y
caridad, y sea testimonio de la bondad y misericordia de
Dios. Roguemos al Señor. ℟.
El sacerdote termina la plegaria universal:
Escucha, Padre, nuestra oración:
haz que todos los hombres te conozcan,
único Dios verdadero,
y aquel a quien has enviado, Jesucristo tu Hijo.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
℟ Amén.
LITURGIA EUCARÍSTICA
CANTO DE OFERTORIO
(Bendito seas, Señor)
Bendito seas, Señor, por este pan y este vino,
que generoso nos diste para caminar contigo,
y serán para nosotros alimento en el camino.
Te ofrecemos el trabajo, las penas y la alegría,
el pan que nos alimenta y el afán de cada día.
Te ofrecemos nuestro barro que oscurece nuestras vidas
y el vino que no empleamos para curar las heridas.
Inciensa las ofrendas, la cruz y el altar. A continuación, el diácono inciensa al Obispo y al pueblo.
A continuación, el Obispo, de pie junto al altar, se lava las manos, orando en silencio.
Después, de pie en medio del altar y de cara al pueblo, el Obispo extiende y junta las manos y dice:
Oren, hermanos, para que, trayendo al altar los gozos y las fatigas de cada día, nos dispongamos a ofrecer el sacrificio agradable a Dios, Padre todopoderoso.
El pueblo se levanta y responde:
El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Luego el Obispo, con las manos extendidas, dice la oración sobre las ofrendas:
Mira, Señor, el rostro de Cristo, tu Ungido,
nuestra única esperanza,
que se entregó a sí mismo en redención de todos,
para que por él tu nombre sea glorificado en todas las naciones
y en todo lugar se ofrezca un único sacrificio a tu majestad,
desde donde sale el sol hasta el ocaso.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
El pueblo responde:
Amén.
PREFACIO
Cristo, Dios y hombre, Salvador de todos
℣. El Señor esté con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.
℣. Levantemos el corazón.
℟. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
℣. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
℟. Es justo y necesario.
El sacerdote prosigue el prefacio, con las manos extendidas:
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
En él se cumplen tus antiguas promesas,
la sombra cede su lugar a la luz,
el mundo se renueva
y el hombre se convierte en nueva creatura.
Por su oblación, una vez para siempre, en la cruz,
quiso congregar en la unidad
a todos tus hijos dispersos;
y exaltado en la gloria,
primogénito de muchos hermanos,
nos lleva a la esperanza de los gozos eternos.
Por eso, Señor, con todos los ángeles y los santos,
te alabamos, cantando llenos de alegría:
SANTO
(Misa melódica)
SANTO, SANTO, SANTO ES EL SEÑOR, DIOS DEL UNIVERSO.
LLENOS ESTÁN EL CIELO Y LA TIERRA DE TU GLORIA.
HOSANNA, HOSANNA, HOSANNA EN EL CIELO.
HOSANNA, HOSANNA, HOSANNA EN EL CIELO.
BENDITO EL QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR.
HOSANNA, HOSANNA, HOSANNA EN EL CIELO.
HOSANNA, HOSANNA, HOSANNA EN EL CIELO.
PLEGARIA EUCARÍSTICA III
El sacerdote, con las manos extendidas, dice:
CP:
SANTO eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus crea turas, ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso.
Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:
CC:
Por eso, Padre, te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti,
Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
de manera que se conviertan en el Cuerpo ✠ la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, Junta las manos. que nos mandó celebrar estos misterios.
Porque él mismo, la noche en que iba a ser entregado,
Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan, y dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos.
Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora haciendo genuflexión.
Después prosigue:
Del mismo modo, acabada la cena,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz, dando gracias te bendijo, y lo pasó a sus discípulos.
Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo genuflexión.
Luego dice:
CP:
Éste es el Misterio de la fe. Cristo nos redimió.
℟. Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice:
CC:
Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, y reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.
C1:
Que él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios, su esposo san José, los apóstoles y los mártires, [san N.: santo del día o patrono] y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener siempre tu ayuda.
C2:
Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu servidor, el Papa Clemente, a nuestro Obispo Roberto, al Orden episcopal, a los presbíteros y a estos hijos tuyos que han sido ordenados hoy ministro de la Iglesia, a los demás diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti.
Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia. En el día santo, en que tu único Hijo, eterno como tú en la gloria, se manifestó en la verdad de nuestra carne hecho hombre. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el mundo.
† A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria,
Junta las manos.
por Cristo, Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz, los eleva y dice:
CP o CC:
Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
℟. Amén.
RITO DE COMUNIÓN
Una vez depositados el cáliz y la patena sobre el altar, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado; digamos con fe y esperanza:
Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Solo el sacerdote, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
℟. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
Solo el sacerdote, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: «La paz les dejo, mi paz les doy», no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad.
Junta las manos.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
℟. Amén.
El sacerdote, vuelto hacia el pueblo, extendiendo y juntando las manos, alidde:
La paz del Señor esté siempre con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.
Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade:
En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su cruz, dense la paz como signo de reconciliación.
CORDERO DE DIOS
(Misa melódica)
CORDERO DE DIOS QUE QUITAS, EL PECADO DEL MUNDO,
TEN PIEDAD DE NOSOTROS,
TEN PIEDAD DE NOSOTROS.
CORDERO DE DIOS QUE QUITAS, EL PECADO DEL MUNDO,
TEN PIEDAD DE NOSOTROS,
TEN PIEDAD DE NOSOTROS.
CORDERO DE DIOS QUE QUITAS, EL PECADO DEL MUNDO,
DANOS LA PAZ, DANOS LA PAZ,
DANOS DANOS, DANOS LA PAZ,
DANOS DANOS, DANOS LA PAZ.
El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la patena o sobre el cáliz, de cara al pueblo, dice con voz clara:
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
℟. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
CANTO DE COMUNIÓN
(Misión)
Qué hermosos en los montes /y en las colinas/:
los pies del mensajero /que va de prisa/.
Lleva dentro la tienda para su abrigo,
el secreto del Reino y la faz de Cristo.
Donde quieras que vayas /estoy contigo/.
Levántate, no temas, /que yo te envío/.
Yo no tengo palabras, /yo soy un niño/.
Tu verdad me hace libre /pero no atino/
a decir tus secretos ni tus caminos,
ni a revelar tu rostro mientras te sigo.
Donde quieras que vayas /estoy contigo/.
Levántate, no temas, /que yo te envío/.
Tú pusiste en mis manos /grano y vacío/,
herramienta y fatiga, /pan y vasija/.
Tú pusiste la lluvia y el sol fecundo
y la cuenta infinita de tus gavillas.
Donde quieras que vayas /estoy contigo/.
Levántate, no temas, /que yo te envío/.
Siempre estoy comenzando /nueva tarea/,
porque Tú me acompañas y /Tú me guías/,
porque Tú me lo mandas para que sea
un grano de palabra de vida eterna.
Donde quieras que vayas /estoy contigo/.
Levántate, no temas, /que yo te envío/.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Luego, de pie en el altar o en la sede, el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, con las manos juntas, dice:
Oremos.
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la Comunión:
Fortalecidos con el pan del cielo te pedimos, Señor,
que, permaneciendo unidos a tu Evangelio,
seamos fermento de vida e instrumento de salvación,
en medio de la comunidad humana.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
El pueblo responde:
Amén.
ORACIÓN DEL AÑO SANTO JUBILAR
Todos:
Señor, elevamos nuestros corazones a ti llenos de gratitud por la bendición de los últimos 10 años de nuestra comunidad. Ante ti, reconocemos la importancia de este espacio virtual que une corazones, promueve amistades y fortalece lazos fraternos entre quienes buscan la fe.
Damos gracias, Señor, por cada miembro de esta comunidad, por sus aportes, por el compartir de amor, amistad y alegría que se manifiesta en cada construcción y encuentro virtual. Que el espíritu de solidaridad y compasión siga creciendo entre nosotros, guiándonos por el camino de la fraternidad y el respeto mutuo.
Que bendigas a todos los que trabajan en este ambiente, dedicando su tiempo y esfuerzo a mantener este espacio de evangelización. Concédeles sabiduría, paciencia y discernimiento para guiar a la comunidad por el camino de la paz y la justicia. Que este jubileo sea un hito para un nuevo ciclo de crecimiento espiritual, en el que podamos seguir siendo un faro de fe y esperanza para todos los que encuentran refugio e inspiración en esta comunidad.
Bendícenos, Señor, para perseverar en la construcción de un entorno que refleje tu luz y tu amor. Que nuestras acciones y palabras estén siempre guiadas por tu voluntad, y que seamos testigos, a través de este espacio, de la belleza de la comunión y de la amistad cristiana.
Señor, que durante este jubileo crezca en nosotros el espíritu de solidaridad, para que estemos siempre dispuestos a ayudarnos y apoyarnos unos a otros, especialmente a los que más lo necesitan. Por Cristo nuestro Señor.
Señor, fuente de vida y de verdad, despierta en nosotros el deseo de ser santos. Haznos comprender que esta luz no viene de nosotros, sino de ti. Fórmanos para que seamos testigos del santo Evangelio en todas partes, especialmente en los confines de la tierra. Ayúdanos a crecer en la caridad y a conservarnos en la santidad.
El pueblo responde:
Amén.
RITO DE CONCLUSIÓN
BENDICIÓN SOLEMNE
El celebrante recibe la mitra y, extendiendo las manos, dice:
El Señor esté con ustedes.
Todos responde:
Y con tu espíritu.
El Obispo dice:
Que la paz de Dios,
que sobrepasa todo anhelo y esfuerzo humano,
custodie su corazón y su inteligencia
en el amor y conocimiento de Dios
y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
Todos responde:
Amén.
Entonces, el Obispo, y dice:
Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre ✠, Hijo ✠, y Espíritu ✠ Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
Todos:
Amén.
ANTÍFONA MARIANA
(Alma Redemptoris Mater)
ALMA REDEMPTORIS MATER
QUAE PERVIA CAELI PORTA MANES ET STELLA MARIS
SUCCURRE CADENTI SURGERE QUI CURAT POPULO
TU QUAE GENUISTI NATURA MIRANTE
TUUM SANCTUM GENITOREM
VIRGO PRIUS AC POSTERIUS
GABRIELIS AB ORE SUMENS ILLUD AVE
PECCATORUM MISERERE
CANTO DE SALIDA
(Himno a San José)
Hoy a tus pies ponemos nuestra vida
Hoy a tus pies, ¡Glorioso San José!
Escucha nuestra oración y por tu intercesión
Obtendremos la paz del corazón.
En Nazaret junto a la Virgen Santa
En Nazaret, ¡Glorioso San José!
Cuidaste al niño Jesús pues por tu gran virtud
Fuiste digno custodio de la luz.
Con sencillez humilde carpintero
Con sencillez, ¡Glorioso San José!
Hiciste bien tu labor obrero del Señor
Ofreciendo trabajo y oración.
Tuviste Fe en Dios y su promesa
Tuviste Fe, ¡Glorioso San José!
Maestro de oración alcánzanos el don
De escuchar y seguir la voz de Dios.
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